¡Hola! ¿Cómo estás?
Semanas difíciles, ¿no? ‘ta todo medio tenso. La gente se pelea, vos te peleás. Te identificás con una causa (o una persona) tanto, pero tanto que los que se identifican con tu causa (o una persona) pasan a ser lo mejor y los que se identifican con otra pasan a ser lo peor.
O, más que semanas, años difíciles, tal vez. El mundo se viene moviendo en una dirección tal que, quieras o no, ciertas facetas de tu identidad se vuelven cruciales para definirte y, por lo tanto, para tomar decisiones. Y se vuelve tan importante en tu vida que los que comparten tu identidad son amigos y el resto enemigos.
Si querés pensar en como hacer para relajar un poco la segregación identitaria, el envío de hoy es para vos.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Cómo se hace para reducir el prejuicio entre grupos?
¿Puede servir el deporte para aumentar la cohesión social?
Esta semana terminé con un libro que me recomendó Cristobal Otero (coautor de uno de los papers sobre el cual se basa uno de los primeros envíos de este Newsletter): “The Identity Trap”, de Yascha Mounk. Me gustó. Particularmente la primera mitad, diría, está muy bien. Y estos días es particularmente relevante. Naturalmente, también tiene sus detractores (por ejemplo), que lo critican por simplista. Y puede ser que tengan razón. Pero mepa que perder un poco de profundidad es un costo que hay que pagar para comunicar ideas suficientemente complejas a un público no especializado.
El libro habla sobre la popularización de la política (en un sentido amplio) basada en nuestra(s) identidad(es). A ver si me logro explicar en un párrafo. Los liberales progresistas solían tener una visión universalista y, política y filosóficamente, buscaban la igualdad. Como dice Yascha, desde Martin Luther King hasta Obama, la búsqueda del liberalismo progresista fue siempre reducir las diferencias: los humanos somos todos humanos, se supone, seamos blancos, negros, mujeres u hombres. En términos económicos: cuanto menos podamos predecir tu nivel de riqueza (o al menos tus oportunidades) basándonos en características de tu identidad (tu raza, tu color de piel, tu etnia, tu religión), mejor. En términos un poco más filosóficos (y, diría, políticos), cuanto más integrados estemos los diferentes grupos identitarios, mucho mejor. El progresismo de hoy, también parafraseando a Yascha, va por otro camino: busca no solo aceptar sino enfatizar y enorgullecernos de esas diferencias identitarias y buscar la reivindicación de los grupos (o identidades) vulnerables. Da un ejemplo bastante ilustrativo.
En 2023, una escuela (en Evanston, IL) puede considerar que tener clases especiales para personas identificadas como “black or latino” es una medida progresista. Si esto hubiera pasado en 1970 hubieramos pensado que la escuela es todo menos progresista. Casi lo opuesto, probablemente porque la lucha progresista era, precisamente, en contra de la segregación.
Sin hacer ningún juicio de valor sobre el tema, hay algo que parece innegable y es que cuando nuestra identidad se vuelve tan relevante, el espacio para la confrontación se agranda. Si lo más importante en tu vida (y lo que creés que determina todo lo que te pasa) está circunscripto a una faceta específica de tu identidad, seguramente te sientas cada vez más cómodo con los que la comparten (lo que llaman in-group favoritism) y cada vez más incómodo con los que no (lo que llama out-group derogation). Para que quede claro: no estoy acusando a nadie, nos pasa a todos en mayor o menor medida y con diferentes facetas de nuestra identidad. Por ejemplo, si sos hincha de Platense (mi rival histórico como hincha de Argentinos Juniors, equipo que, por si te lo estás preguntando, es el primer equipo donde jugó Maradona) puedo decir con cierta seguridad que me caés mal (excepto mi amigo Martín Kalos, que es buen tipo).
Si sos un fiel lector de este Newsletter, tal vez te acordarás que el primer posteo se lo dediqué a un paper mío (coautoreado con Bruno Ferman y Pedro Sant’Anna) sobre como la identidad política en momentos de polarización extrema nos condiciona hasta en el tipo de amigos que nos hacemos. No es casual que haya empezado por ahí. Por si no se nota, el tema de como nuestro comportamiento está cada vez más moldeado por nuestra pertenencia identitaria me parece de los más relevantes de la década.
Resulta que esta semana tuve ganas de escribir nuevamente sobre el tema, pero desde otro ángulo, tal vez más optimista. Si el énfasis en las diferencias identitarias (raza, religión, partido político) nos separan de nuestros out-group, qué cosas sirven para acercarnos?
Hace unos años vi una película francesa que me encantó: Bienvenue à Marly-Gomont (mirala, ‘ta en Netflix). La escribió un rapero francés nacido en Zaire (Kamini) y cuenta la historia de su familia y, particularmente, de su padre. El cuento es que el Dr. Zantoko estudia medicina en Lille, una ciudad al norte de Francia, en los 70’s y decide rechazar una oferta laboral en su país de origen (Zaire), para buscar algo, lo que sea, en Francia y darle una mejor educación a sus hijos. No pasa mucho tiempo y consigue trabajo: médico municipal en Marly-Gomont, un pueblo rural, ultraconservador y reliogioso de 500 habitantes al norte de Francia. Repito: en los 70’s.
No sé qué tan realista sea la película, pero no creo que la imagen que muestran de un pueblo 100% blanco, con gente que en su vida vio un negro esté muy alejada de la realidad. Tal vez la escena del viejo gordo francés estereotípicamente parecido a Obelix que prefiere no ir al médico con tal de no tener que ir a ver al único médico del pueblo (que es negro) sea un poco exagerada. Pero solo un poco. Para el pseudo-Obelix no existían los negros. O, si existían, eran algo ajeno a su vida y tenía todos los prejuicios de la época. Eventualmente la gente empieza a tener que atenderse y de a poco se dan cuenta que el médico africano no es tan malo. Los ayuda, los cura. Al principio les cuesta, pero después se van haciendo amigos y se dan cuenta que tal vez sus prejuicios estaban algo infundados. Y el final feliz es que, con el paso del tiempo, no solo los prejuicios contra el médico negro desaparecen, sino que van cayendose los prejuicios contra los negros, en general.
La historia de la película (que, al final, está basada en la vida real) es una especie de caricaturización de lo que los psicólogos llaman “Contact hypothesis”. La idea simple e intuitiva es que el contacto personal inter-grupo reduce los prejuicios y ayuda la integración bajo ciertas condiciones (interactuar con un fin común, con incentivos a cooperar, con jerarquías parecidas). Tiene sentido. Pero pensá en la vida real: qué pasa, por ejemplo, cuando llegan muchos migrantes a una ciudad que no está acostumbrada a la diversidad? A veces la integración natural sale bien (como en el caso del doctor africano), pero a veces sale exactamente al revés. ¿Por qué?
La clave, según Allport, el psicólogo a quien se le atribuye esta teoría, tiene que ver precisamente con las condiciones bajo las cuales se da esa interacción inter-grupos. O sea, si negros y blancos jugamos para el mismo equipo nos hacemos amigos pero si jugamos para equipos contrarios la animosidad entre grupos se vuelve aún peor. La evidencia sobre esta sutileza - cuáles son las condiciones bajo las cuales la interacción entre grupos diferentes reduce los prejuicios y cuáles son las condiciones para que los aumente -, solía ser escasa y, en mi opinión, discutible (al menos a gran escala, fuera del laboratorio) hasta que hace algunos pocos años. Te voy a contar sobre el paper de Matt Lowe de 2021 que, para mí, es lo más sólido que se escribió sobre el tema. Matt se tomó esto de “jugar para el mismo equipo” o “para equipos contrarios” bastante literal. Veamos.
Matt armó un experimento en la India. El contexto es interesante por muchos motivos, entre ellos porque, aún hoy, en India las castas (las de verdad) representan un factor muy importante en términos identitarios. Dicho en otras palabras: los de tu casta son tus in-group y los de otras castas son tus out-groups. Las castas en India no solamente son grupos identitarios sino que tienen jerarquías sociales: Brahmins, Kshatriyas, Vaishyas y Shudras, en ese orden. Y los intocables, abajo de todas las anteriores. Y sí: hay prejuicio, hay discriminación y hay segregación entre castas.
La predicción de Allport llevada al contexto Indio es que la exposición entre castas baja el prejuicio si se da en un ambiente cooperativo y aumenta si se da en un ambiente competitivo o “adversarial”. En India juegan mucho al cricket, Matt aprovechó y armó un campeonato de cricket para estudiar esto.
Aleatorizó 800 pibes fanáticos del cricket en dos grupos: una parte eran equipos formados por jugadores de variedad de castas (llamémosle los heterogéneos) y la otra parte eran equipos en los cuales todos sus miembros eran de la misma casta (llamémosle los homogéneos). Fijate una cosa: tenés un grupo de gente (los heterogéneos) que tiene exposición durante 8 meses a gente de otras castas en un ambiente cooperativo. También tenes un grupo de gente (los homogéneos) que NO tiene exposición durante 8 meses a gende otras castas en un ambiente cooperativo. Dentro de los heterogéneos tenés diferentes grados de exposición: en algunos tenés un 10% de jugadores de otra casta, en otros tenes un 20% en otros la mitad y así.
Pero hay algo más: los equipos juegan con otros equipos. También hay contacto ahí: si de casaualidad toda la liga jugás con equipos de otras castas vas a tener un contacto inter-grupo durante 8 meses, pero va a ser un contacto “competitivo”. Si de casualidad jugás con equipos de tu casta, no vas a tener contacto “competitivo” inter-grupo. Y esa exposición también tiene grados: tal vez jugás solo un par de partidos con equipos de otra casta o tal vez jugás casi todos los partidos con equipos de otras castas. El torneo duró ocho meses. La pregunta concreta: ¿aumentar la exposición a otras castas en un contexto cooperativo (más jugadores de otras castas en tu equipo) genera integración inter-castas? ¿Y aumentar la expoisición a otras castas en un contexto competitivo (más jugadores de otras castas con quienes jugás en contra)?
Los ejes X de los gráficos de arriba muestran el grado de exposición inter-casta. En el de la izquierda refiere a miembros del propio equipo y en el de la derecha a miembros de equipos contra quienes jugaron. Los ejes Y miden la cantidad de amigos de otras castas. Olvidate del tamaño de los círculos, porque no es relevante. El de la izquierda nos dice que a medida que aumenta la proporción de compañeros de equipo inter-casta, aumenta la probabilidad de que tengamos amigos inter-casta. Y lo opuesto pasa si la exposición es competitiva en vez de cooperativa. “Ah, pero obvio que se van a hacer amigos de gente de otra casta si son compañeros de equipo.”
Primero: no, no es obvio. Segundo, la relación es parecida cuando miramos exclusivamente amigos que son de otra casta y NO son compañeros de Cricket. Pero esto son amigos auto-reportados, qué tal si responden lo que piensan que el experimentador quiere saber? Matt mira varios otros outcomes que no son auto-reportados sino de comportamiento real (y secreto):
Cuanto más alto es el contacto inter-casta cooperativo, más probable es que los jugadores elijan a alguien de otra casta al momento de tener que formar un nuevo equipo (¿te trae recuerdos del primario cuando no te elegia nadie porque eras de los más bajitos?)
Cuanto más alto es el contacto inter-casta cooperativo, los jugadores confían más en miembros de otras castas.
O sea: la mezcla entre grupos con fines cooperativos baja los prejuicios. La mezcla con fines no cooperativos, no. ¿Si le creemos a estos resultados diría que la idea de la escuela progre de Evanston de separar a los grados por colores no es la mejor estrategia para reducir los prejuicios entre grupos, no?
Algo personal, que tal vez no le interese a nadie (pero se joden porque es mi Newsletter). Yo hice la secundaria en ORT, una escuela judía que tiene la particularidad de tener una proporción altísima de alumnos no judíos (no sé cuánto exacto, si alguien sabe el dato me interesa) . Para mi esto es un activo de la escuela pero mucha gente - en la propia comunidad - no lo entiende así. ¿Por qué una escuela judía tendría tantos alumnos no judíos? Digo, al final parte del objetivo de las escuelas de comunidades no-mainstream es, precisamente, mantener la cultura de esa comunidad que, por ser no-mainstream es más factible de perderse.
En algún sentido naive a mí me gustaba lo de tener una mezcla porque me parecía interesante mostrarle la cultura a los goim (los no-judíos, a mí me divierte más la palabra “gentil”). De la misma manera que a muchos nos gusta invitar a algún gentil a nuestras cenas de Roshashana o Pesaj, también es divertido que vean nuestra cultura desde adentro. Pero hay algo más profundo que la diversión que trae la multiculturalidad: bajar los prejuicios. ¿Cuántos de esos no judíos que estudiaron en ORT hoy están preocupados por el aumento del antisemitismo de las últimas semanas? ¿Qué tan preocupados estarían si hubieran tenido esa exposición cooperativa, amigable y cohesiva a la cultura judía durante esos 6 años formativos? No lo sé a ciencia cierta. Pero releyendo el paper de Matt creo que menos. Mucho menos.
Te puede interesar
El libro de Yascha es este.
Éste es su podcast The Good Fight. Muy bueno.
El paper de hoy es éste. Casi en simultáneo, Salma Mousa sacó este paper excelente con un experimento muy parecido entre cristianos y musulmanes en Iraq post-ISIS.
El primer envío de este Newsletter habla sobre el poder de la identidad y lo podés leer acá.
En el próximo envío
“Corromper con el ejemplo”. Sos un tramposo, pagás coimas cada vez que se te presenta una oportunidad? No te preocupes, tal vez no sea tu culpa. De algún lugar aprendiste! La próxima te muestro que la corrupción de los políticos puede ser contagiosa.
Creo que le estás sacando identidad al individuo al agregarle comportamiento de manada al estar en un grupo. Si todo se reduce a que la gente se va agrupando y ve a los demás como enemigos por esa segregación sin racionamiento lógico, entonces debería haber sólo dos partidos de fútbol o dos partidos políticos. Y lo que vemos es que el individuo va mutando. En un determinado momento se siente identificado con un grupo y después con otro. Los individuos van formando ese grupo. Quizás porque vivimos en sociedad, necesitamos interacción social y en general nos encanta ser parte de algo más grande que nosotros. Si empezás a analizarlo desde el individuo y no desde grupos podrías llegar a conclusiones más ricas y complejas en vez de "los individuos se agrupan y eso está mal, muy mal. Punto"
Al final "cómo voy a odiar a *inserte su minoría* si yo tengo un amigo que pertenece a esa minoría" tiene algo de razón! ja
Excelente artículo, me gusta el tinte optimista