¡Hola! ¿Cómo estás?
Estás leyendo el primer envío de Esto no es economía. Cuando le conté a un amigo que tenía ganas de hacer esto me preguntó a qué público apuntaba. “No sé, gente curiosa”. La respuesta fue amplia porque lo que hacemos los economistas es amplio.
A mi me encanta leer sobre cómo la democracia afecta al crecimiento, o sobre cómo las personas sobreestiman la tasa de crimen de sus países, o sobre qué tan racional es el voto de los ciudadanos, o sobre cómo la polarización afecta al desarrollo.
Mi trabajo consiste en estudiar ese tipo de problemas. Cuando algo me interesa, leo mucho y me surgen preguntas. Busco datos e intento encontrar una respuesta. Muchas veces no encuentro datos, entonces, si puedo, los genero. Esto que hago es lo mismo que hacen un montón de economistas que, como yo, se dedican a la investigación.
Este Newsletter se trata de eso. Voy a escribir sobre lo que esté leyendo, sobre los problemas que me motivan en cada momento (en este es la democracia y la polarización, ya vas a ver) y voy a contar qué tiene la economía académica para decir al respecto. Alguna que otra vez escribiré sobre papers que hice yo (hoy, por ejemplo) pero la mayoría de las veces sobre papers que escribieron otros y que me ayudaron a entender un poco mejor al mundo.
El Newsletter va a salir religiosamente cada dos lunes.
Bienvenido/a a la primera edición de Esto no es economía. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Qué tan dispuestos estamos a perder un vínculo afectivo que nos gustaría tener por culpa de la disidencia política?
¿Es tanto lo que te pesa el odio por un político, que estás dispuesto a romper un vínculo con una persona que te une afectivamente?
¿Cómo diseñamos un experimento (en la vida real) para medir el efecto de la “grieta”?
La ‘grieta’ nos va a dejar sin amigos
Viví varios años en Brasil. Allá se habla de fútbol. Mucho. Más que en Argentina. A mi me gusta bastante el fútbol. Cuando llegué a Brasil, un amigo de un amigo me metió en un grupo de WhatsApp que se llamaba “Cartola”, para que conociera gente. Por el contenido que se compartía en el grupo, pensé por bastante tiempo que el nombre hacía referencia al gran sambista brasileño (Angenor de Oliveira, alias Cartola). Pero no. El nombre hacía referencia a una especie de juego online, también llamado Cartola, muy similar a lo que en Argentina es el “Gran DT”: te armás un equipo de 11 + técnico + suplentes con un determinado presupuesto y el fin de semana cada jugador suma puntos según cómo le fue. En algún momento, un grupo de conocidos había creado este grupo de Whatsapp para hablar sobre la fecha de Cartola en la “liga” que se había armado entre ellos.
Cartola había nacido hacía varios años a través de un interés en común (el fútbol) pero rápidamente se había convertido en otra cosa. Un grupo de amigos que compartían las cosas que comparten los amigos: fútbol, chistes, cine, teatro, familia, asados, economía. Participé activamente de ese grupo hasta Octubre de 2022. En ese momento fueron las elecciones en Brasil, Lula y Bolsonaro fueron a ballotage y el tono de la conversación en la calle (y en el grupo) se empezó a poner cada vez más pesado. Los mensajes, que habían empezado en tono simpático (un meme de uno de los candidatos o de otro), se habían vuelto cada vez más personales. Como si la barbaridad que había dicho algún candidato significara que, si lo votabas, eras tan bárbaro como él. Como si hubiera una distancia moral irreconciliable, no entre los políticos sino entre quienes osaran votarlos. La actividad en ese grupo de amigos empezó a caer (se fue dejando de hablar sobre fútbol, cine, teatro y familia) hasta que un día de tensión, cerca de la fecha del ballotage, varios empezaron a dejar el grupo. Al poco tiempo me sumaron a otro grupo “Cartola (L)”: para los miembros del primer Cartola que preferían que ganara Lula. Cartola original murió. Nació un (o tal vez dos, si es que los que querían que ganara Bolsonaro armaron el suyo) grupo alternativo, en donde se habla más o menos de lo mismo que se hablaba antes, pero ahora solamente con gente que tenía una postura política coincidente.
Esto que le pasó a nuestro grupo seguramente pasó (y les pasó) en un montón de otros ámbitos (Pedrito se peleó con sus amigos por política, Luquitas ya no se habla con la familia de la novia). Esa idea que tenemos muchos sobre cómo la polarización política genera conflictos tiene un origen con nombre y apellido: polarización afectiva. Es tal el rechazo por la identidad política opuesta, que traspasa la política: directamente te genera rechazo la persona que apoya a tu opuesto, no querés ni ser su amigo (y menos aún su pareja).
Que te produzca rechazo el votante de la vereda política opuesta (en dimensiones que no tienen nada que ver con la política) trae un montón de problemas. A mi siempre me fascinó particularmente entender una: cómo la polarización destruye lazos sociales. Si lo pensás un segundo parece ridículo: ¿Cómo vas a dejar de construir lazos con gente con la cual te unen un montón de cosas porque no te gusta el político al que votan? Imposible. O no.
Hace poco almorcé con un amigo economista a quien le tengo un profundo respeto y cariño. Le conté de un paper que había sacado sobre esta idea.1 Me dijo "super interesante, pero es medio obvio eso que encontrás, ya sabíamos". Un poco tenía razón. En el paper (que escribí con el gran Bruno Ferman, a quien recomiendo seguir porque es una bestia y nuestro (ahora ex-)alumno, rising star, Pedro Sant'Anna, a quien recomiendo seguir porque va a ser una estrella en poco tiempo) mostramos empíricamente –ahora les cuento cómo–, que la polarización política tiene como consecuencia que lazos sociales (amistades, networking) que se podrían haber creado, nunca se generen. Y que terminemos rodeándonos solamente de gente demasiado parecida a nosotros (como lo que pasó en el grupo de Cartola).
O sea, pasamos meses diseñando e implementando un experimento masivo, otros tantos meses escribiendo el paper y seguramente varios meses y años más para que se publique algo que básicamente muestra lo mismo que les conté desde el primer párrafo de este newsletter. Y LO VOLVERÍAMOS A HACER. No es cierto que "ya lo sabíamos". Teníamos una idea, algún amigo nos había contado, los medios hablaban de eso. Pero "saber" es otra cosa. "Saber" (o algo que se le acerque) para los economistas que escribimos papers (empíricos) es mostrar con una estrategia empírica creíble (qué significa exactamente esto, queda para otro envío) que X causa Y, y cuánto de X causa cuánto de Y. Así como "sabemos" que fumar hace mal, pero realmente no lo sabemos hasta que hacemos un experimento y lo probamos, “sabemos” que "la polarización destruye familias", pero no lo sabemos hasta que no diseñamos un experimento y lo probamos.
Para darle un poco de rigurosidad a esa idea vaga de que la polarización rompe lazos sociales diseñamos un experimento en Twitter. Un experimento en ciencias sociales sigue más o menos la misma lógica que en otras disciplinas. Primero dividís a la gente (los "sujetos" del experimento) en grupos de forma aleatoria para asegurarte que sean, en promedio, parecidos en todas las dimensiones posibles. Después a un grupo le das algo (el "tratamiento") y al resto no. Como los grupos son en promedio iguales excepto en el tratamiento, podés atribuirle cualquier diferencia en resultados (lo que sea que quieras medir) al efecto del tratamiento.
Hicimos el experimento en un contexto de polarización super extrema: año electoral en Brasil en 2022: Lula contra Bolsonaro. Nuestro experimento buscó responder tres preguntas:
1) Cómo compartir o no compartir identidad política (pro Lula, pro Bolsonaro) afecta la formación de lazos sociales.
2) Cómo compartir o no identidad afectiva (ser hincha del mismo equipo de fútbol, por ejemplo) afecta la formación de lazos sociales.
3) Cómo (1) y (2) interactúan. Dicho de otra manera: qué tan dispuestos estamos a perder un vínculo afectivo que nos gustaría tener por culpa de la disidencia política.
El diseño del experimento fue sencillo.
Primero identificamos cuentas brasileñas que mostraban sus preferencias políticas (Lula o Bolsonaro) y sus preferencias futbolísticas (como imaginarán, en Brasil el fútbol es cosa seria; por ejemplo: sos fan del Corinthians o del Sao Paulo FC). Esos fueron nuestros "sujetos" experimentales. Gente real, cuyos comportamientos en redes sociales eran reales.
Después creamos cuentas falsas (bots). Los bots eran todos similares (incluso tenían "followers" y algunos tweets), pero variaban en pequeñas características: se mostraban como fanáticos de algún club de fútbol y/o votantes de alguno de los dos candidatos políticos (tipo las de acá abajo).
Finalmente empezamos a tomar aleatoriamente algunas de cuentas que habíamos seleccionado y empezamos a hacer que nuestros bots les den follow en Twitter. "Dar follow", para los que usamos Twitter regularmente, significa "algo". Claro, no es lo mismo seguir a alguien que ser su amigo, pero en general seguimos a gente con la que queremos formar algún tipo de red: con la que compartimos intereses, gustos. Muchos de ellos después pasan a ser amigos en "la vida real". Cuando seguís a alguien lo que hacés es ampliar tu red con esa persona.
Les dejo algunos resultados.
1) ¿Qué explica más la decisión de dar "follow back" (es decir, seguir al bot que te siguió)? Compartir identidad política aumenta en 20 puntos porcentuales la probabilidad de dar follow back a bots que no muestran ninguna preferencia futbolística (nos gusta el mismo candidato, no sabemos nada sobre si nos gusta el mismo equipo).
Peor aún: si discordás políticamente, la probabilidad de que te bloqueen (de nuevo, gente con la que nunca interactuaste, solo te dieron follow y viste que les gusta el tipo del partido que te disgusta) es mucho más alta.
Conclusión #1: Queremos juntarnos con gente con la que compartimos preferencias políticas y queremos alejarnos de la gente con la que no compartimos preferencias políticas.
2) Compartir identidad futbolística aumenta en 13 puntos porcentuales la probabilidad de dar follow back a bots que no muestran ninguna preferencia política (nos gusta el mismo equipo, no sabemos nada sobre si nos gusta el mismo candidato).
Conclusión #2: Queremos juntarnos con gente con la que compartimos preferencias afectivas.
3) La pregunta del millón, entonces: ¿qué pesa más? ¿la cercanía afectiva o la discordancia política? Una forma de verlo es la siguiente:
Si no concordás en nada (ni afectiva ni políticamente), la probabilidad de que te den follow back es baja (16%).
- Si mágicamente pasás a concordar políticamente (aún discordando afectivamente), esa tasa se duplica y llega a 32.4%.
- Si mágicamente pasás a concordar afectivamente (aún discordando políticamente), esa tasa aumenta un poco, a 20.3%.
Conclusión #3: Dicho de otra forma, es tanto lo que te pesa la discordancia política, que compartir identidad en algo más afectivo o social (como el fútbol) te termina importando poco. Todas (o muchas de) esas ganas de juntarte con gente con la que compartís algo se van cuando te das cuenta que discordás políticamente. Abajo están los números.
Juntarse solo con gente políticamente afín (“homofilia ideológica o política,” lo que forma las llamadas “Echo chambers”) trae un montón de problemas. No solo arruina potenciales vínculos interesantes (parece que la polarización hasta reduce el tiempo de las cenas de Thanksgiving), sino que ayuda a la difusión de fake news (algo muy peligroso para la democracia), reduce la exposición a visiones y personas diferentes, radicaliza opiniones e incluso genera aún más polarización. La polarización nos hace más permisivos con los políticos que nos gustan (por ejemplo, abusos institucionales) porque lo que está enfrente nos parece inaceptablemente malo y por eso erosiona la democracia liberal.
Pero voy a cerrar con una re-interpretación un poco más positiva de estos resultados. Es cierto: la discordancia política eclipsa gran parte de la concordancia en otros aspectos de nuestra identidad. Las palabras clave son “gran parte”. Repito uno de los resultados anteriores: pasar de no concordar en nada (ni político ni afectivo) a concordar en lo afectivo (el equipo de fútbol), aumenta en 4 puntos porcentuales la probabilidad de follow back, o sea, de formar un lazo. La coincidencia afectiva pesa menos que la política, si, pero algo importa, incluso para quienes discordan políticamente.
El experimento lo implementamos durante varios meses de 2022, antes y durante las elecciones e incluso durante el mundial. El mundial (y el fútbol en general) suele ser un evento que genera unión (lo que muchos llaman “nation building”2): te olvidás un poco de ciertas diferencias (por ejemplo políticas) y le prestás más atención a las coincidencias. Un resultado interesante de nuestro experimento es que la importancia relativa de la identidad partidaria cayó mucho durante el mundial. Es decir, esas ganas de cortar todo vínculo con los políticamente opuestos se redujo un poco al menos durante esas semanas.
Con mi amigo, el del “esto ya lo sabíamos”, seguimos hablando y me dijo “¿sabés lo que sería interesante? encontrar políticas o intervenciones para reducir esa polarización.” En parte lo que mostramos es eso: las coincidencias afectivas (por ejemplo, el fútbol) pueden servir, aunque sea un poco. Pero tiene razón, en Argentina es año electoral y la cosa, como en Brasil, se va a polarizar mucho. Hay que seguir buscando. Sobre experimentos para reducir la polarización (o su efecto nocivo sobre los lazos sociales) también hay un montón escrito. Pero eso quedará para otro envío.
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Acemoglu, D, A Ozdaglar and J Siderius (2021), “Misinformation: Strategic Sharing, Homophily, and Endogenous Echo Chambers”, NBER Working Paper 28884.
Ajzenman, N., Ferman, B., & C Sant'Anna, P. (2023). Rooting for the Same Team: On the Interplay between Political and Social Identities in the Formation of Social Ties. Working Paper.
Bakshy, E, S Messing and L A Adamic (2015), “Exposure to ideologically diverse news and opinion on Facebook”, Science, 348: 1130–1132
Chen, M. K., & Rohla, R. (2018). The effect of partisanship and political advertising on close family ties. Science, 360(6392), 1020-1024.
Depetris-Chauvin, E., Durante, R., & Campante, F. (2020). Building nations through shared experiences: Evidence from African football. American Economic Review, 110(5), 1572-1602.
Iyengar, S., Lelkes, Y., Levendusky, M., Malhotra, N., & Westwood, S. J. (2019). The origins and consequences of affective polarization in the United States. Annual Review of Political Science, 22, 129-146.
Huber, G. A., & Malhotra, N. (2017). Political homophily in social relationships: Evidence from online dating behavior. The Journal of Politics, 79(1), 269-283.
Levitsky, S., & Ziblatt, D. (2019). How democracies die. Crown.
Levy, G., & Razin, R. (2019). Echo chambers and their effects on economic and political outcomes. Annual Review of Economics, 11, 303-328.
Santos, F. P., Lelkes, Y., & Levin, S. A. (2021). Link recommendation algorithms and dynamics of polarization in online social networks. Proceedings of the National Academy of Sciences, 118(50), e2102141118.
Van Bavel, J.J.; Packer, D.J. The Power of Us: Harnessing Our Shared Identities to Improve Performance, Increase Cooperation, and Promote Social Harmony; Little, Brown Spark: New York, NY, USA, 2021. [nota especial para este libro: muy recomendado para todos los que quieren entender cómo tomamos decisiones y hasta formamos percepciones en función de nuestras identidades. Especialmente recomendado para economistas (los autores son neurocientíficos), yo aprendí muchísimo.]
En el próximo envío
“Exceso en grasas, exceso en calorías” En pocos párrafos voy a intentar responder lo que sabe la economía sobre el impacto de los etiquetados frontales en el comportamiento de consumidores (¿cambia nuestro comportamiento, consumimos productos más sanos?) y empresas (¿cambian los precios? ¿y la variedad? ¿y el contenido nutricional de sus productos?).
Una pequeña digresión. Hoy voy a escribir sobre un paper mío, pero esa no va a ser la norma de este newsletter. La idea del newsletter surgió discutiendo sobre polarización y justo estoy entusiasmado con el tema así que me salió naturalmente escribir sobre lo que estoy haciendo. Pero voy a escribir sobre todo lo que me interese, mío o de quién sea.
Bien! 2 comentarios y 2 preguntas que me dan curiosidad:
- Me gustó el contenido, el tono, la estructura... excelente propuesta que navega en el borde entre lo académico y la comunicación de la ciencia para no expertos. Gracias!
- Viniendo de palo ciencia pero "otra", coincido a pleno con lo de que saber se sabe cuando uno lo investiga... no importa si es obvio :-) (aunque sí coincido con que lo interesante sería encontrar intervenciones!)
- ¿Qué sabemos de polarización y género? ¿Varones y mujeres responden parecido o diferente al fenómeno en sí, y en este tipo de investigaciones de bots con equipos de fútbol?
- ¿Cuán sensible al tiempo o contexto coyuntural es este tipo de fenómenos? Si se aplaca en momentos de unión afectiva ej Mundial de Fútbol, después se vuelve a nivel premundial? Cuánto se mueve la polarización con la cercanía a elecciones? Necesito una curva de tiempo!
Agregaría este paper a la lista de recomendados, que es de unos capos political scientists y muestra que la polarización afectiva no necesariamente socava apoyo por normas democráticas. Es interesante, porque es el mecanismo que algunos suponen explica el backsliding.
Broockman, D. E., Kalla, J. L., & Westwood, S. J. (2022). Does affective polarization undermine democratic norms or accountability? Maybe not. American Journal of Political Science.