¡Hola! ¿Cómo estás? Por el título parece que voy a hablar de cosas posmodernas y de todo lo rico que sos en relaciones y amor. Pero no, no me refiero a nada de eso.
Estoy hablando de plata, biyuya, dinero, lana. Sos más rico de lo que pensás y, quién te dice, esa percepción errada sobre tu propio ingreso tal vez esté afectando a quién votas y qué políticas apoyás.
Hoy escribí sobre como nos equivocamos al autopercibirnos (materialmente) y cómo eso influye en las políticas que apoyamos.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Somos más ricos (o más pobres) de lo que pensamos?
¿Cómo influye ese error de percepción en nuestro apoyo a políticas distributivas?
- C: “Esto muestra el lugar que le dio la clase media al personal doméstico (…) Es un retrato de época y de clase. La clase media y la servidumbre".
- M: “…Hay una clase media que es muy buena con la empleada. Vos no podés generalizar que toda la clase media trata mal a la empleada. En mi casa, la empleada es mi hermana..."
-C: "Yo soy de clase media. Me crié con una familia de clase media que tenía un trato con la empleada que no es el que yo tengo con mi empleada. Ella no es mi hermana, es mi madre. Cría a mis hijos y a mí (…) pero históricamente la clase media llamó mucama a la empleada doméstica y era la esclava que se acostaba con el amo.”
Esto es parte de un diálogo en el prime time argentino de un canal de aire, entre dos famosas periodistas y panelistas. El diálogo es de 2020, lo vi en su momento y lo recuerdo cada vez que enseño el paper sobre el que voy a escribir hoy. No sé bien a cuento de qué venía el diálogo. Una de las protagonistas, Carla, la que dice que es de clase media, es una exitosa periodista y presentadora que en este momento participa en dos programas de aire. Según Wikipedia, se casó en 2018 en Nueva York. Tiene una empleada doméstica y su familia tenía una empleada doméstica.
La definición de “clase media” es compleja. Hay muchas y ninguna muy convincente. Pero, sea cual fuera la definición que nos guste y, sin preguntar mucho más, no tengo dudas de que en ninguna de ellas Carla sería clasificada como “clase media”. Carla se autopercibe de clase media, igual que casi todos nosotros.
Pensá en tu ingreso familiar y dividilo por la cantidad de miembros que viven en tu hogar. Ahora pensá en la siguiente pregunta: si tomáramos 100 familias al azar del país en el que vivís, ¿cuántas de ellas pensás que ganarían más que la tuya? Tomando valores de finales de 2022 según la encuesta se hogares del INDEC, si vivís en Argentina y tu ingreso familiar promedio (es decir, tu ingreso dividido por la cantidad de personas del hogar) es mayor a 135.000 pesos, hay solamente 10 de esas 100 familias al azar que ganan más que vos.
Si ganás 135.000 pesos (per cápita), seguramente estés en el decil más rico y, si no, casi casi. Igual que Carla, posiblemente no seas clase media, aunque tal vez creas que lo sos.1
Esta (auto)percepción sistemáticamente equivocada es uno entre tantos errores de percepciones que nos interesa estudiar a los economistas. Cuando percibimos algo de forma sistemáticamente equivocada, posiblemente tomemos decisiones sistemáticamente equivocadas. Vamos al ejemplo concreto. Si somos racionales y y votamos con el bolsillo (ya sé, el voto es multi-dimensional, depende de otras cosas, etc, etc, esperame hasta el final del post que ahí hablo de eso), lo más lógico es que los más pobres demanden (y voten) políticas que redistribuyan ingresos y que los más ricos demanden (y voten) políticas que NO redistribuyan ingresos. Sencillamente porque si sos más rico, lo más probable es que el costo de las políticas de distribución recaigan desproporcionadamente sobre vos y, si sos más pobre, lo más probable es que las políticas de distribución te beneficien desproporcionadamente a vos. ¿Y si somos ricos pero pensamos que no?
Tres economistas argentinos (Guille Cruces, Ricardo Perez-Truglia y Martin Tetaz; si, el diputado radical) estudiaron específicamente este fenómeno. Según me cuenta Guille, la idea surgió de una conversación con su amigo Julio: joven progresista, estudiante de ciencias sociales, suficientemente acaudalado como para haberse comprado un departamento en Villa Crespo. Julio insistía que era decil 4 o 5 y se enojaba cuando Cruces le mostraba que era indudablemente decil 10. La hipótesis de Guille, Martin y Ricardo es que la gente, como Julio (y como Carla), tiene una percepción sistemáticamente errada de su posición en la distribución del ingreso (todos somos clase media) y, consecuentemente, sus preferencias de política (por ejemplo, qué tanto les gustaba que el Estado redistribuya), no están alineadas con lo que, se supone, les conviene de acuerdo a su nivel relativo de ingresos. Vamos por partes.
Primera pregunta: ¿qué tan sesgada está nuestra autopercepción relativa de ingresos?
Para responderla hicieron una encuesta. Primero preguntaron ingresos reales y después hicieron una pregunta parecida a la que escribí antes: si hay 10 millones de hogares en Argentina, ¿qué cantidad pensás que tienen ingresos menores a los tuyos?
El gráfico de la izquierda muestra el decil objetivo (real) de ingresos de cada participante de la encuesta. Es decir, los que están en el 10 son los que tienen ingresos correspondientes al 10% más alto de Argentina. Los del 1 son los que tienen ingresos correspondientes al 10% más bajo de Argentina. El gráfico de la derecha muestra la autopercepción de ingreso relativo. Por ejemplo, los que están en el 10 son los que contestaron que hay 9 millones de familias que ganan menos que ellos.
Lo dicho: demasiada gente, como Carla, se autopercibe de clase media.
Lo interesante es que no todos pensamos que somos más pobres de lo que somos, muchos son más ricos (relativamente) de lo que piensan. Es decir: los pobres, en promedio, se autoperciben más ricos y los ricos, en promedio, se autoperciben más pobres. ¿Por qué pasa esto? Una hipótesis es que los ricos suelen juntarse con los ricos y los pobres con los pobres, de manera que los grupos de referencia (que solemos usar para formar percepciones) son demasiado parecidos a nosotros mismos. Dicho de otra manera: dentro del grupo de gente con la que me junto, mi nivel de ingreso no es tan alto (si soy rico) ni tan bajo (si soy pobre).
Segunda pregunta: ¿demandamos más (menos) políticas de distribución cuando nos enteramos que somos más pobres (más ricos) de lo que pensamos?
Cuando te hice la pregunta sobre cuántos hogares de cada 100 pensás que son más ricos o más pobres que vos, la respuesta podía estar en una de tres categorías. (1) no hay sesgo, respondiste correctamente cuál es tu posición relativa en la distribución del ingreso; (2) hay sesgo negativo: te consideraste más pobre de lo que realmente sos; (3) hay sesgo positivo: te consideraste más rico de lo que realmente sos.
Los casos interesantes son (2) y (3). Si tenés sesgo negativo (sos más rico de lo que creés), lo lógico sería que, cuando te enterás de la verdad, te vuelvas menos favorable a las políticas distributivas, especialmente si tu importan tus propios intereses económicos. ¿Por qué? Porque te das cuenta de que si se empieza a distribuir mucho el que va a pagar más impuestos sos vos.
Si tenés sesgo positivo (sos más pobre de lo que creés), lo lógico sería que, cuando te enterás de la verdad, te vuelvas más favorable a las políticas distributivas. ¿Por qué? Porque te das cuenta de que si se empieza a distribuir mucho el que va a recibir más ayuda sos vos (repito: ya sé, el voto es multi-dimensional, depende de otras cosas, etc, etc, esperame hasta el final del post que ahí hablo de eso).
Los autores hicieron el test con un experimento. A un grupo de personas elegidas aleatoriamente les contaron la verdad (es decir, les corrigieron sus autopercepciones equivocadas si es que estaban equivocadas, y si no, les informaron que estaban en lo correcto). Esto es el grupo de “tratamiento”. Por ejemplo: “vos pensabas que eras más rico que el 40% de la gente, pero en realidad sos más rico que el 80% de la gente” o bien “vos pensabas que eras más rico que el 40% de la gente, pero en realidad sos más rico que el 30% de la gente” o bien “vos pensabas que eras más rico que el 30% de la gente y estás en lo correcto”. A otro grupo, también al azar (el grupo de “control”), no le corrigieron ninguna percepción.
Después les preguntaron (a todos) sobre sus preferencias de políticas distributivas. Por ejemplo “¿estás de acuerdo con que el gobierno ayude a los pobres con dinero?”. Para medir el impacto causal de corregir percepciones equivocadas, lo que se hace es comparar las respuestas del grupo de tratamiento con las del grupo de control. Como fueron separados aleatoriamente, sabemos que, en ausencia del tratamiento, sus respuestas deberían ser parecidas por lo que, si hay alguna diferencia, se la podemos atribuir al tratamiento.
El grupo de gente que había estimado correctamente su posición de ingreso relativa, esperablemente, tuvo el mismo comportamiento en el grupo de control o de tratamiento (precisamente porque el “tratamiento” era decirles que su percepción era correcta). La gente que pensaba que era más rica de lo que era, en cambio, terminó apoyando mucho más las políticas distributivas: la probabilidad de adherir favorablemente a que el estado ayude a los pobres fue de casi 5pp (¡de 14% a 19%!) más alta en el grupo de tratamiento (que le “corrigió” sus percepciones) que en el control. La gente que pensaba que era menos rica de lo que era (como vos, como yo, como Carla), tuvo un comportamiento parecido en tratamiento y control. Es decir, sobre este grupo el fact-checking no tuvo ningún efecto.
¿Por qué los que son más ricos de lo que pensaban no cambiaron sus preferencias cuando se enteraron de que, en verdad, eran más ricos de lo que pensaban? Pensemos el problema un poco más profundamente. Volvamos al ejemplo de Carla. Ella subestima su posición en la distribución de ingreso. Digamos que ella piensa que es más rica que el 70% de la gente y nosotros le informamos que en realidad es más rica que el 99% de la gente. La información que le dimos puede leerse de dos formas: 1) sos más rica de lo que pensás. 2) la gente en Argentina es más pobre de lo que pensás. Si Carla es, de por sí, alguien que no cree mucho en las políticas distributivas, el primer mensaje debería reducir su apoyo a políticas de distribución porque notaría que, si aumentan los impuestos, ella va a ser la primera en pagar y encima por algo que no vale la pena. Si Carla, de por sí, cree en las políticas distributivas y le importa la pobreza en Argentina, entonces el segundo mensaje le haría sonar una alarma: si hay más pobres de lo que pensaba, tal vez sea mejor redistribuir. Los efectos van en sentido contrario y pueden compensarse dependiendo de la ideología de Carla. El paper de Guille, Ricardo y Martín fue, si no me equivoco, el primero del estilo y no da una respuesta concluyente al respecto, sino que deja la hipótesis picando para que la agarre otro.
Lo bueno es que la ciencia avanza. El experimento de ellos se replicó en un montón de países. Uno de ellos fue en Suecia. Ahí encontraron que mostrarle a los ricos que son más ricos de lo que creen de hecho reduce su apoyo a preferencias por la distribución pero únicamente entre personas que ex-ante descreían de las políticas distributivas y creían más en el esfuerzo como motor de generación de ingresos. Dicho de otro modo, mostrarle la verdad a los ricos (que no se creían ricos) pero que de por sí eran más de izquierda, no hizo que se redujeran su apoyo a ese tipo de políticas.
De estos papers me llevo dos cosas. 1) nuestra autopercepción relativa de ingresos está severamente sesgada. 2) ese sesgo influye en nuestras preferencias de política (y, seguramente, en lo que votamos).
Carla estaba equivocada. Igual que Julio e igual que (casi) todos nosotros.
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Si querés leer el paper principal de este envío lo podés bajar acá.
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Si te interesa diseñar experimentos que corrigen percepciones equivocadas con información, recomiendo leer acá.
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En el próximo envío
“Las redes sociales te deprimen” ¿Viste que cada vez que entrás en Instagram y ves lo ideal que es el mundo entero excepto el tuyo? Bueno, no te sientas mal: le pasa a todos. El avance de las redes sociales tuvo un efecto en la depresión entre jóvenes y la economía tiene algunas ideas para aportar.
Un paréntesis acá antes de que me maten. para medir la posición relativa de ingreso (cuánta gente gana más que, por ejemplo, 135.000 pesos), se usa la Encuesta Permanente de Hogares, en donde la gente auto-reporta su ingreso. Seguramente estás pensando que entonces está todo mal porque hay sub-declaración de ingresos. Hace poco mi amigo Mauro Infantino twiteó que “El ingreso per cápita familiar mínimo necesario para pertenecer al decil más alto en el tercer trimestre de 2022 (expresado en valores de enero) fue de $ 132.442 que a dólar MEP equivalía aprox. a USD 373.” y lo mataron con el argumento que “hay mucho subreporte en la Encuesta de Hogares”. O sea, la crítica es que, como la gente miente cuando le responde al encuestador del INDEC (gana más de lo que dice), entonces ese 132.442 en realidad no es el décil 10, sino mucho menos. Que hay subreporte es cierto. Lo que no es cierto es que eso afecte tanto el valor verdadero de ingresos del límite inferior del decil más rico. ¿Por qué? Porque la sub-declaración posiblemente no sea lineal. El subreporte seguramente sea MUCHO mayor para los más ricos y posiblemente concentrado en los súper ricos. Si ganás 50.000 pesos seguramente no subdeclares nada. Si ganas 100.000 tampoco. Si ganas 150.000 tal vez algo, poco. Si ganas 20 millones seguramente subdeclares mucho. Que un super-rico subdeclare un montón no cambia el hecho que ganando 132.000 estés (más o menos) en el decil 10. En todo caso, lo que hace es que el que está en la cota inferior del decil esté lejísimos del que está en la cota superior. No es una medida perfecta, pero para este caso no está tan mal.
Hola Nico! Buenísima tu nota y buenísima tu investigación, es un tema super interesante y está muy bien escrita y explicada.
Sin embargo, usar la EPH para esto tiene más problemas aparte del que comentás. Ya para empezar pasar de "la subestimación no es lineal" a "los ricos subdeclaran más entonces las conclusiones se mantienen o incluso son más fuertes" me parece una afirmación demasiado liviana para el nivel del resto de la nota. Eso no es así y lo hemos visto en otras encuestas. El nivel de economía informal en Argentina es enorme y por lo pronto los proxies de estudio que se usan son, al menos, muy cuestionables. Es difícil saber cómo se distribuye la subdeclaración por sector - la subestimación y sobreestimación es muy heterogénea (por sector, por ocupación) y no depende sólo de la variable "decil", con lo cual problablemente tengas confusores que te meten ruido. Para seguir, la muestra de la EPH es muy pequeña para estimar ingresos, sobre todo debido a la enorme varianza. Además, y tal vez esto lo hayas mirado y me puedas comentar, la EPH no es completamente al azar sino que es estratificada, con lo cual tenés un sesgo de selección que seguro afecta este tipo de conclusiones (no otras, para las cuales la EPH es una herramienta invaluable y está muy bien definida). De hecho la metodología (del INDEC) indica que la EPH estratifica por radio censal y ahí tenés una variable relacionada con tu medición (ingresos y radio censal están fuertemente correlacionados) y con la forma en que se hizo el muestreo.
Si pensaste estos temas me encantaría que me respondas al menos breve. Nuevamente, excelente artículo sobre un tema super interesante.
Mmmm. No le encuentro un hilo lógico. Está plagado de asunciones.