¡Hola! ¿Cómo estás?
¿A quién preferís, a tu hijo o a tu hija? JA.
Hoy escribí sobre las preferencias de los padres y madres por sus hijos y por sus hijas. Y sobre cómo se negocia dentro del hogar para decidir en quién se invierten los recursos educativos.
¿Te suena medio chocante pensarlo así? Scrolleá para abjo.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Los padres y madres tienen preferencias por tener hijos hombres o mujeres?
¿Cómo decide una pareja cuántos recursos invertirle a su hijo o hija?
Los economistas somos gente rara y lo peor es que ni nos damos cuenta. Rara bien, igual. A mí me gusta la forma de pensar y estructurar problemas que te enseña la teoría económica. Pero bueno, esa idea del individuo hiper-racional que toma absolutamente todas las decisiones basadas en la maximización de su función de utilidad puede sonar chocante. No para nosotros - los econs -, claro. Desde que arrancás hasta que terminás la carrera te machacamos con el tipo que toma decisiones fríamente maximizando su felicidad a cada paso que das y en algún momento te empieza a sonar lo más lógico del mundo.
“¿Pasta a pollo?”, bancá que optimizo. Ojo, que no se tome esto como una crítica. Creo que está muy bien modelar las decisiones de las personas siguiendo ese paradigma. Si te hablo de “la teoría económica” vas a saber más o menos a qué me refiero, ya sea que se trate de una decisión de consumo, de inversión, de ir al médico, de donar plata o de estudiar o trabajar; y eso habla de la consistencia de la disciplina, que no es otra cosa que una teoría sobre como la gente toma decisiones (del tipo que sea): eligiendo las cosas que maximizan su felicidad, sujeto a las restricciones del caso.
En este momento estoy preparando la clase de “Development Economics” que voy a dar este semestre a chicos de 2do año de la carrera y me doy cuenta que hay varios papers que sé, estoy seguro, que les van a chocar al principio. Cosas que entre los economistas son clásicas y obvias, pero que cuando te las dicen por primera vez te hacen algún ruido. Después seguís estudiando, caés en la secta y lo naturalizás. Y empezás a pensar todo en esos términos.
Probá preguntándole a tu amigo no economista, padre de dos hijos chiquitos en cuál va a invertir más tiempo (o dinero) y por qué. Preguntale si es algo que discute con su pareja y cómo hace para negociar con el o ella cuando no están de acuerdo en cuál es la distribución óptima de recursos entre cada uno de sus hijos. A tu amigo le va a chocar la pregunta, pero así es exactamente cómo los economistas pensamos en las decisiones que se toman en casa. Tenés una unidad (el hogar), una cantidad de recursos (dinero, tiempo) y tenés que distribuirlo entre tus hijos de forma tal que se maximice la felicidad del hogar. ¿Y de qué depende la felicidad del hogar? Bueno, de varias cosas pero, en principio, de la felicidad de sus miembros. Bah, de los miembros que deciden, que en una pareja son dos; y ahí se empieza a poner interesante la cosa.
Primer punto. ¿Por qué tendríamos preferencias definidas sobre nuestros hijos, sobre cuánto educar a cada uno o si mandar a uno a una privada y al otro a una pública? Por un montón de motivos pero el más obvio es que tus hijos van a generar ingresos, la educación que le des es una inversión y los frutos de esa inversión dependen de qué tan bien asignes esos recursos. Pero también puede haber otro tipo de motivaciones. Yo qué sé, tal vez la educación te parece importante pero solo para los hombres y entonces preferís invertir más en educación para tu hijo que en tu hija. O tal vez no es que te parezca intrínsecamente mejor la educación para hombres que para mujeres, pero dadas las normas y la cultura de tu sociedad, tu hijo para ser feliz va a necesitar habilidades que le va a dar la educación formal pero tu hija no. O al revés.
Segundo punto. Que los miembros de una pareja pueden tener preferencias diferentes sobre lo que quieren para sus hijos es obvio, pero lo que no es obvio es cómo se dirimen esas diferencias. ¿Qué pasa si la jabru quiere educarlos a full y mandarlos a una privada carísima pero el marido prefiere gastar la plata en otra cosa? ¿Quién gana? ¿Cómo se negocia? ¿Quién tiene más poder?
Esa forma de ver el problema, que así escrita parece un poco chocante es más o menos en esos términos pensamos los economistas cuando modelamos la forma en que un hogar toma decisiones sobre sus hijos. Y mal no nos va.
Me acuerdo que cuando era chico se hablaba mucho de la política china de dejarte tener un solo hijo o hija. Ahora suena medio demodé (porque ahora lo que nos preocupa es la fertilidad baja y no la alta), pero en su momento era todo un tema. Comunismo extremo: el Estado decidiendo hasta cuántos hijos podés tener. Tener hijos (cuántos, cuándo) es una decisión del hogar, formado por la pareja que lo lidera. ¿Cuántos hijos decide tener una pareja? ¿Cuántos hombres y cuántas mujeres? ¿Cuánto decide invertirle a cada uno? Todo eso dependerá de las preferencias de cada uno y de cómo negocien (y un poco del azar, claro). Las decisiones (todas, de todo tipo) dependen de los incentivos y los incentivos cambian cuando el Estado te dice qué se puede y qué no. Todas estas decisiones de paternidad y maternidad también.
El gráfico de arriba sale de un gran paper de una gran economista que se llama Nancy Qian. Cada color indica que los datos salen del censo de cada uno de los años correspondientes, pero concentrate en la línea celeste punteada. Lo que ves es la proporción de hombres nacidos en cada uno de los años del eje X en la China rural. Lo que uno espera es que más o menos la mitad de las personas sean hombres y la mitad mujeres. A medida que pasa el tiempo esto puede cambiar porque la gente se va muriendo, pero normalmente los desbalances (a favor de las mujeres) suelen empezar a verse para cohortes más viejas, porque las mujeres suelen vivir más. En 1979 empezó la política de “un solo hijo por familia”. Fijate como el ratio de hombres/total era más o menos 50% hasta principios de los 80’s. Si te parás en el 2000 y calculás la proporción de hombres nacidos en 1998, te va a dar casi 57%.
¿Por qué se da este desbalance brutal? Porque la gente tiene prefrencias (sobre el sexo de sus hijos), porque la gente reacciona a incentivos y porque si podés tener un solo hijo y tus preferencias sobre el sexo biológico de tu descendencia son muy fuertes tal vez hagas todo lo posible para tener del qué prefieras. ¿Cómo? El aborto selectivo sería el método más suave.
Si me venís siguiendo el razonamiento, debés estar haciéndote dos preguntas. La primera es por qué en China rural en promedio los hogares preferirían tener más hombres que mujeres. La segunda es si esa preferencia del “hogar” como unidad en realidad es la preferencia de ambos miembros de la pareja o si en realidad es el resultado de una negociación en la que el deseo de uno de ellos (¿tal vez el hombre?) terminó pensando más que el deseo del otro (¿tal vez la mujer?).
La respuesta a la primera pregunta es que no lo sé y tampoco es tan importante. No sé por qué la gente puede tener preferencias por tener hijos de un sexo en vez de otro. Se me ocurren un montón de motivos plausibles, pero para el argumento que vamos a querer hacer alcanza con decir que así como tenemos preferencias definidas sobre un montón de cosas, también podemos tenerlas sobre el sexo de nuestros hijos.
La segunda es más interesante. ¿Cómo decide un hogar si va a intentar tener un hombre, una mujer o cualquiera? Supongamos (y es un supuesto muy realista) que en la China rural de los 80s las parejas eran básicamente un hombre casado con una mujer. El gráfico de arriba nos dice que nacen más nenes que nenas y eso puede ser consecuencia de que tanto el hombre como la mujer prefieren nenes o también puede ser consecuencia de que el hombre prefiere nenes, la mujer prefiere nenas (o bien le es indiferente) pero el hombre es el que trae el pan y por ende el que gana en la negociación intra-familiar. ¿Cómo testeamos cuál de las dos hipótesis es la más probable?
Seguime el razonamiento. Supongamos que la hipótesis a testear es que en general los hombres prefieren tener hombres y las mujeres están indiferentes entre hombres y mujeres. Más concretamente, nos gustaría testear si cuando aumenta el poder de negociación de uno de los miembros del hogar, cambia la probabilidad de que el bebé sea nene. O sea que lo que necesitamos es encontrar un factor externo que cambie el poder de negociación del hombre versus el de la mujer. Ese factor suele ser económico: si el hombre es el que labura y trae la teca, la biyuya, la viva, entonces probablemente tenga más palanca para decidir si quiere hombre o mujer (y suele querer hombres). Si la mujer es la que trae el pan, entonces probablemente tenga un poder de decisión mayor y tenga más palanca para decidir si quiere hombre o mujer (y suele darle lo mismo).
Vamos al experimento ideal que nos encantaría hacer para poder probar la hipótesis en cuestión. Agarramos un montón de parejas de la China rural y las aleatorizamos: en algunas le damos un montón de plata a la mujer de la casa y en otras le damos un montón de plata al hombre de la casa. Después volvemos en unos años y miramos si la probabilidad de que nazca un nene es diferente en un caso y en el otro. Si vemos que la probabilidad es igual para cada grupo, la conclusión más razonable es que las preferencias de hombres y de mujeres en cuánto al sexo de su hijo/a son parecidas. Si resulta que la probabilidad de que tengan un hombre o una mujer depende de quién recibe el shock de ingresos, la conclusión más razonable (en principio) es que madres y padres tienen preferencias diferentes sobre el sexo qué quieren para sus hijos y que la decisión final sale de la negociación dentro del hogar.
Los economistas seremos de lo peor, pero no somos Menguele, o sea que estos experimentos tratamos de evitarlos. En cambio, podemos aprovechar la aleatorización que nos da la naturaleza.
En China rural se produce mucho te y también muchas frutas de huerta. Qué se produce en cada lugar depende de las condiciones naturales de cada región y, por supuesto, del precio de cada producto. Yo no entiendo mucho del tema, pero parece que los árboles de te son bastante bajos (menos de un metro) y sacar las hojitas tiernas y en buen estado es más fácil cuando no sos muy alto y tenés manos y dedos más, digamos, delicados. O sea: las mujeres tienen ventajas productivas. Con los frutos de huerta - al menos con varios de ellos - es al revés. Tanto para la siembra (que requiere hacer pozos a mano) como para la recolección del fruto (que, al revés del te, no sale tan fácil), la fuerza y la altura te hacen bastante más productivo. O sea que para este tipo de productos, ser hombre viene mejor.
Esto significa que si resulta que un año se hypea el te y empieza a volar el consumo de “te de especialidad” y la gente como vos y como yo empieza a pagar una pequeña fortuna cada taza de te recogido por las mujeres de la China rural, entonces el precio del te va a subir y las mujeres de la China rural van a tener un shock positivo de ingresos tanto en términos absolutos como en términos relativos a los hombres. Y si, por el contrario, lo que se hypea es el consumo de, yo que sé, pitayas rojas, entonces los que van a tener un shock positivo son los hombres que siembran y cultivan las frutas de la china rural, tanto en términos absolutos como en términos relativos a las mujeres.
Si vivís en una zona apta para la producción de te y empiezan a subir los precios del té, deberían subir los salarios de las mujeres (relativas a los hombres) y por ende su poder de negociación dentro del hogar. Lo opuesto si vivís en una zona apta para la producción de pitayas y sube su precio: debería aumenta el salario relativo de los hombres y, por ende, su poder de negociación. Palabras más, palabras menos, esta comparación es la que hace Nancy. Mira cómo cambian los “sex ratios” (es decir, la proporción de hombres que nacen sobre el total) cuando aumenta el precio del te, en zonas en donde se produce te y cuando aumenta el precio de las frutas en zonas en donde se producen frutas. Palabra clave de oración anterior: CAMBIAN. No nos interesa si en zona de producción de te nacen más o menos hombres en general, sino como CAMBIA el ratio cuando aumenta el salario de las mujeres relativo al de los hombres.
No te aburro más, acá van algunos resultados.
Aumentar un 10% el salario de las mujeres (RELATIVO a los hombres) se traduce en un aumento de un punto porcentual en la probabilidad de que nazca una mujer (versus un hombre). O sea: shock de salario positivo para la mujer de la casa (manteniendo constante el del hombre), aumenta el poder de negociación de las mujeres y hace que sea más probable que tengan una hija (en vez de un hijo).
Aumentar un 10% el salario de los hombres (RELATIVO a las mujeres) se traduce en un aumento de poco más de medio punto porcentual en la probabilidad de que nazca un hombre (versus una mujer). O sea: shock de salario positivo para el hombre de la casa (manteniendo constante el de la mujer), aumenta el poder de negociación de los hombres y hace que sea más probable que tengan un hijo (en vez de un hija).
Cuando aumenta el salario pero sin beneficiar a hombres o mujeres en particular (por ejemplo, en zonas en donde se producen otros bienes cuyo precio relativo sube; no sé, trigo) no hay efecto en la fracción de nacimientos que son hombres.
Primer aprendizaje: hombres y mujeres tienen preferencias diferentes sobre el sexo de sus hijos. De acá podemos inferir que los hombres tienen preferencia por hijos hombres, pero ojo que estos resultados no necesariamente implican que las mujeres tengan preferencias por hijas mujeres. Pensalo así: tranquilamente puede pasar que, cuando el hombre es el que decide, se asegura que su descendencia sea hombre. Pero cuando la mujer es la que decide, deja que fluya y que sea lo que tenga que ser.
Nancy nos deja unos resultados más que ayudan a entender mejor que es lo que está pasando. Si sos padre y preferís hijos hombres, entonces lo natural es que estés más dispuesto a invertir - por ejemplo, mandarlos al colegio más tiempo, en vez de ponerlos a laburar -, si tu hijo es hombre que si es mujer. Si sos madre y preferís hijas mujeres, entonces lo antural es que estés más dispuesta a invertir si tu hija es mujer que si es hombre. Van unos resultados más:
Cuando aumenta el precio del té (y, por lo tanto, el salario RELATIVO de las mujeres que trabajan en zonas productoras de té), aumenta la cantidad de años de educación de sus hijas. Y también de sus hijos.
Cuando aumenta el precio de las frutas de huerta (y, por lo tanto, el salario RELATIVO de los hombres que trabajan en zonas productoras de esas frutas), NO CAMBIA la cantidad de años de educación de sus hijos. PERO SE REDUCE LA de sus hijas.
Cuando aumenta el precio de otros bienes (que no benefician específicamente a padres o madres), no pasa naranja con la cantidad de años de educación de sus hijos.
O sea, digamos, cuando la mujer de la casa gana poder de negociación, se educa más a todo el mundo. Cuando el hombre de la casa gana poder de negociación, se educa menos, pero no a todo el mundo: a las hijas mujeres. Parece que los hombres prefieren hombres, pero a las mujeres les da lo mismo.
Este envío es un buen test para ver si mi vieja me lee o solamente abre los correos. Si recibo un mensaje diciendo que estoy totalmente mishiguene, que como una madre o un padre van a preferir a un hijo sobre otro, significa que me lee con atención.
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El paper de hoy lo encontrás acá.
Recomiendo todo lo que tiene para decir Nancy Qian sobre China (y otras yerbas).
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