¡Hola! ¿Cómo estás?
¿Cuánto valía el litro de nafta cuando sacaste el registro? ¿Y tu golosina preferida cuando eras pibe? Yo compraba 3 caramelos billiken por 10c en el kiosko de la escuela. Y en el segundo recreo de la mañana (10.50 AM) me compraba una burga de pollo por 1 pesito con cincuenta, moneda de curso legal convertible a divisa americana en ese entonces.
¿Para qué sirve toda esta información, no? Para nada. Pero quieras o no, seguramente algunos de esos precios que eran tan importantes para vos en momentos clave de tu juventud sigan teniendo algún impacto en tus decisiones económicas (y no tanto) del presente. ¿Cómo así? Scrolleá para abajo.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Cuánto pesa esa cosita que te pasó hace mil años en tus decisiones de hoy?
¿Qué tanto pesa el contexto de tu juventud en tu comportamiento adulto?
Tal vez la más importante enseñanza que me dio Twitter es el concepto (ilustrado abajo) “rata coluda”. El cuento es que a una se le cayeron cinco pesos en el patio de la vecina cuando sacudía un pantalón y después se los fue a reclamar. Y la del patio (que no se quién es, pero me gustaría ser su amigo) le dejó el cartelito de abajo.
Uso mucho la expresión “rata coluda” para molestar a mi vieja cuando se comporta como, o sea, digamos, una rata coluda. No es que lo haga todo el tiempo, eh, para nada. Pero de repente es como que ciertas cosas le disparan el comportamiento roedor y actúa de forma totalmente irracional. No sé, un café que le parece carísimo por algún motivo: “mirá si voy a pagar X por un café” y se va, con tal de no pagar X (en vez del X menos epsilon que cree, está convencida, que debería valer un café). Y dos horas después le digo que paso a devolverle los, pongamos, 200 dólares que le debo porque me prestó hace unos días y me dice “nah, te los regalo, para qué los quiero”. Cuando le marco lo ridículo de su comportamiento ratonil selectivo me dice siempre lo mismo: “vos te olvidás que cuando yo era chica teníamos que tener pensionistas porque no llegábamos a fin de mes, ni se nos ocurría tomar un café afuera de casa, mirá si les voy a regalar la plata”. Pero ya no es más chica y ahora sí llega a fin de mes.
Mi viejo era igual. O peor. Creo que no le molestaría que lo describa así; al contrario, se reiría porque su comportamiento ratonil era particularmente gracioso y él lo sabía. Encontraba siempre formas muy creativas y divertidas de ahorrar y se enorgullecía. Creo que en algún punto lo hacía a propósito para joder. En su caso no me daba ninguna respuesta ni justificación. Era así porque era así. Pero yo creo que implícitamente algo de su niñez y su juventud había. Era hijo de una polaca modista y un polaco sastre que durante varios años viajaban (de a uno, o de a dos cuando mi viejo ya era un poco más grande) como trabajadores temporarios a USA. Mi abuelo era el sastre de piso del (hoy Macy’s) “Marshall Field's”, ahí juntaba algo de plata y mandaba remesas. Mi viejo siempre decía que le mandaban 100 dólares por mes y con eso vivía y estudiaba. Y recordaba exactamente el precio del bife que se compraba en la carnicería y medio que sin darse cuenta (pero yo sí) lo usaba como referencia, varios años después.
No es que mis viejos se hayan llenado de plata (empleos en el Estado, en fundaciones o en su micro-estudio de contador/abogada), pero sin dudas les fue económicamente mejor que a sus viejos y que lo que recuerdan de su infancia o su juventud. Pudieron estudiar, mandarnos a escuelas decentes. Y definitivamente mi vieja puede pagar un café un poco más de lo que cree que debería valer. Posiblemente antes, cuando era chica, no, pero hoy sí. Es como si algo del contexto de ese recuerdo de hace 50 o 60 años le afectara las decisiones presentes.
Ulrike Malmendier es una de mis economistas preferidas. Estudia cosas varias, pero tiene mucho escrito sobre esta idea de cómo la experiencia pasada, si se dio en momentos clave de tu vida, te marca para siempre tu comportamiento económico. El comportamiento ratonil de mis viejos siempre me recuerda a este tipo de papers. Es como si unos años de vivir sin que falte nada pero sin que sobre mucho determinaran a fuego ciertas decisiones económicas que toman o tomaron muchos años después, cuando tenían educación, algo de capital y trabajos estables y objetivamente se podían dar el lujo de pagar el café unos centavos más caros, o de comprar un alfajor Cachafaz en vez del más barato de la góndola (true story).
El café que vale 50 centavos más caro, el alfajor “Alfa Pampa” bañado en algo con tan poco cacao que no es legal llamarlo chocolate (true story) y todas esas cosas no dejan de ser anécdotas divertidas. Pero el punto detrás es bastante más profundo.
Las decisiones importantes que tomás en tu vida están en gran parte determinada por ciertas preferencias (qué tan averso al riesgo sos, que tan impaciente) y también por la percepción que tenés sobre las cosas inciertas de este mundo: ¿Qué tan probable pensás que es que se venga una tremenda recesión que te deje sin empleo? ¿Y que haya una nueva guerra mundial? ¿O una devaluación masiva? Casi cualquier decisión económica importante en la que pienses van a depender en cierto sentido de la respuesta a ese tipo de preguntas: Cuánto ahorrás (y cuánto consumís), en qué ahorrás (comprás dólares, o un plazo fijo o lo tenés en el colchón), qué estudiás (o si estudiás), dónde trabajás, si te quedás en tu laburo o si mejor buscás otro. Hasta con quién te casás! ¿Y si tu aversión al riesgo o tu impaciencia, o tu percepción sobre lo incierto dependen crucialmente de ciertas cosas (digamos) aleatorias que te pasaron en momentos clave? ¿De si justo cuando saliste al mercado laboral había una recesión, o si justo cuando empezaste el secundario había una dictadura o si justo cuando terminaste la universidad empezó una guerra? ¿De si viviste tu adolescencia y juventud con inflación alta o baja?
¿Y si tu propensión a usar auto (versus transporte público) en la adultez depende de cuánto valía el litro de nafta cuando arrancaste a manejar de pibe? ¿Cosa rara, no? A dos economistas (Severen y Van Benthem) se les ocurrió estudiar exactamente esa pregunta.
El grafiquito de arriba te muestra el precio promedio de la nafta en USA desde el ‘65 hasta el ‘90. La línea gris es en dólares (nominal) y la negra deflactada por precios (o sea, real). Las líneas verticales rojas marcan hitos de quilombo mundial que llevaron a saltos discontinuos (o sea, de un día para otro) en el precio del petróleo y por ende de la nafta. Mirá la del ‘79 por ejemplo. Si naciste en el ‘64, ponele, en 1979 estabas arrancando a manejar. Al poco tiempo pegaste laburito de verano antes de arrancar la facu y resulta que podías ir en auto (15’, pero dejando una linda moneda en la Exxon) o en transporte público (40’, pero te gastabas un décimo). Dudabas. Estabas ahí parado en el canto de la moneda que al final caía del lado del ahorro. Y le metías al bondi. Ahora, fijate qué diferente la experiencia de tu hermano, que nació un par de años antes (y, entonces, a los 16/17 arrancaba a laburar con nafta barata) y en su laburo de verano tenía la opción de ir en auto por dos mangos o en transporte público, también por dos mangos). Posiblemente él eligió el auto.
El grafo de arriba te muestra ese fenómeno pero con algo más de data. El eje X te señala el año en que una persona al azar cumplió 15. Ejemplo: la persona al azar de 1975, nació en el ‘60. El eje Y mide la probabilidad de que esa persona use habitualmente el trabajo para ir a trabajar en el año 2000, que fue cuando se hizo el censo. Mirá los dos saltitos fuertes/discontinuos: uno en la crisis del ‘74 y otro en la del ‘79. Haber cumplido 15 en el ‘79 (versus el ‘78) te suma medio punto porcentual en la probabilidad de usar transporte público para ir al laburo varios años después.
Lindo el grafo, ¿no? Pero no dice demasiado. O sea, sí, mirá que lindo como si cumpliste 15 en el ‘79/’80 tu propensión a usar transporte público aumenta para siempre, qué interesante. Pero al final el gráfico de arriba no es más que una serie de tiempo y hacerles decir algo útil a las series de tiempo es bastante más complicado. Qué sé yo, aparte de pegar un salto el precio de la nafta en el ‘79 pasaron otras tantas millones de cosas que pueden haber afectado las elecciones de transporte de la gente que arrancó a manejar en esos años. Yo qué sé, tal vez justo ese año hubo una campaña en las escuelas para que los chicos cuiden más el medio ambiente. Para acercarnos a identificar un efecto causal necesitamos algo más de información.
Y fijate que este problema no se arregla simplemente considerando más años. Sí, podemos agarrar el precio de la nafta de cada año (a veces sube, a veces baja), fijarnos qué valía el litro al momento de que cada persona empezó a manejar y después mirar si, para todos los años (en promedio), precios más altos de la nafta a los 15 años correlacionan con propensiones más bajas a manejar al trabajo en el futuro. Si tomamos muchos años (y no solo el ‘79 y el ‘74), es menos probable que confundamos el shock de precios con otros shocks (por ejemplo, una campaña en las escuelas para que los chicos cuiden el medio ambiente). Pero menos probable está lejos de ser imposible: tal vez el precio de la nafta aumenta por factores exógenos (la OPEC que abre y cierra la canilla) que también inciden en la propensión a manejar y no porque la nafta sea más cara. Lo más obvio: un shock petrolero que te destruye la actividad (porque se vuelve más caro producir) y que por lo tanto obliga a la gente a reducir sus gastos, inclusive los de transporte.
Lo que nos gustaría tener son varios shocks al precio del petróleo que, aunque suceden en el mismo momento del tiempo (por ejemplo, 1979, 1974, etc.), tienen diferente intensidad en diferentes ciudades. ¿Y por qué diferentes ciudades tendrían precios diferentes de nafta en el mismo momento del tiempo? Algunos factores son propios de la ciudad (ejemplo: ciudad petrolera, poblaciones que gustan más de los subsidios que otras, etc). Este tipo de cosas no molestan tanto porque observamos a la misma ciudad muchas veces así que podemos limpiar (“controlar por”) estos factores fijos de la ciudad. Otros no son característicos de la ciudad, sino que van cambiando en el tiempo (la tasa de desempleo, por ejemplo). En general esos tampoco me preocupan demasiado porque también es posible controlarlos. Y después hay otros factores que hacen que una ciudad en un momento particular del tiempo tenga el precio de la nafta un poco por arriba o un poco por abajo del de otra ciudad por factores bastante aleatorios. Esa aleatoriedad es la que nos gusta explotar para intentar encontrar un efecto causal del precio de la nafta en las decisiones de largo plazo de la gente.
¿De qué aleatoriedad hablamos? Y bueno, tal vez en la ciudad X en el año Y, en el mes Z, cuando aumentó mucho el precio del petróleo resulta que tenían un montón de stock de nafta o sea que no lo sintieron tanto. Y la ciudad J resulta que lo sufrió un montón porque las estaciones de servicio se habían quedado sin stock y tuvieron que salir corriendo a comprar en el momento más caro. Entonces haber tenido 15 (y arrancado a manejar) en la ciudad J en el año Y resultó una experiencia más … cara, que habe tenido 15 en la ciudad X en el mismo año Y. La idea es fijarse si esa diferencia en las experiencias tempranas afectaron el comportamiento futuro de esos jóvenes.
Vamos a los resultados.
Si entre los 15 y 17 te duplicaron el precio de la nafta, la probabilidad de que vayas en auto al laburo más adelante (cuando ya sos adulto) es 0.4 puntos porcentuales menor. Y la probabilidad de que uses transporte público 0.3 puntos porcentuales mayor.
Si entre los 15 y 17 te duplicaron el precio de la nafta, condicional en que tengas auto de adulto, manejás hasta 1100 millas menos en tu vida.
Y acá viene lo mejor. Toda la historia de este paper es sobre formación de hábitos. O sea: es obvio que cuando la nafta vale más voy a manejar menos, lo interesante no es eso, sino que un shock de precios en un momento clave afecta tus hábitos para siempre, aún cuando la nafta ya cayó a valores normales o inclusive a valores anormalmente bajos. Pero para convencerte de eso no basta con mostrarte que si la nafta sube cuando aprendés a manejar, después manejás menos, también tengo que mostrarte que si la nafta sube (o baja) en cualquier otro momento no formativo (los 25, los 35, los 40), tu comportamiento futuro no se altera porque el hábito ya está formado.
Y eso es exactamente lo que pasa: la nafta puede subir y bajar mil veces en tu vida y eso no va a cambiar tu comportamiento (futuro). Excepto que ese cambio haya sido en el momento en que empezaste a manejar y, por lo tanto, el momento en el que creaste el hábito.
Y acá viene la parte que sí es economía. ¿Cuántos años tenías cuando viviste tu primera inflación relativamente alta? (si no sos argentino, imaginátelo). ¿Será que estabas haciendo tus primeros pasos en el mercado laboral, tenías unos ahorros y veías como se destruían? Tal vez en el momento tomaste el hábito de comprar moneda dura, la única que tarde o temprano mantenía cierto poder de compra. Y así seguiste, casi sin pensarlo. Imaginate que la magia funciona y Argentina un día se estabiliza y la inflación desaparece. ¿Cuánto vas a tardar en decidir hacerle caso a las condiciones económicas contemporáneas (de ese futuro hipotético) que te dicen que un plazo fijo va a mantener mejor el poder de compra de tus ahorros que la moneda de afuera? ¿Cuánto de tiempo de paz vas a necesitar para convencerte de romper ese hábito que creaste en el momento clave de tu vida en el que a la fuerza aprendiste de finanzas personales? Pensalo y me contás.
¿Sabés que estaría más bueno que bailar el Mashiaj haciendo pogo en un casamiento con banda de Klezmer en vivo, con un acordeonista copado que mire a la ronda con cara de “son el mejor público que tuve” y decida meterse en el pogo sin parar de tocar y que todos sientan la música como si fuera una tertulia de inmigrantes europeos recién llegados a las americas que sienten que el mundo está a sus pies? Que compartieras este post con tus amigos. Copia el link arriba y mandalo a tu Facebook, Twitter, Instagram, WhatsApp, Telegram, ICQ o mIRC.
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El paper de hoy lo encontrás acá.
Acá te dicen que si viviste con inflación alta de pibe es más probable que de grande quieras tener tu propia casa. Y acá que si durante la gran depresión eras un bepi, de grande tratás de esquivarle al riesgo.
Que cliché musicalizar este envío con el bueno de Mick, ¿no? Así de cliché soy:
En el próximo envío
“El aleteo de un cuervo”. ¿Por qué nos preocupa tanto cuando una especie se está por extinguir? La próxima te cuento cómo la extinción de un bicho en un país puede terminar en catástrofe para sus habitantes.
Es muy interesante como este enfoque de economía conductual, incluso cosas como pequeños hábitos pueden tener un gran efecto en la vida futura. Personalmente puedo ver muchos ejemplos en mi vida de lo mencionado. Buen post!
Muy bueno!!!