¡Hola! ¿Cómo estás?
El pollo está de fiesta (mirá, ves que tiene torta y todo). ¿Por qué? Porque cumple un año. Así es, amigos, #EstoNoEsEconomía vio la luz por primera vez hace 52 semanas, 365 días, un año; o, como decía Jonathan Larson, “five hundred twenty five thousand six hundred minutes”. Me he divertido bastante escribiendo. Ojalá se hayan divertido leyendo. Si me quieren regalar algo, pueden compartir el envío de hoy con sus amigos, en Twitter, en IG, en Facebook, TikTok, mIRC o ICQ. O comprarme la campera retro mundial ‘94 que sacó Adidas.
Y hablando de los 90’s, cuando yo era pibe no veía muchos extranjeros en mi barrio porteño. Hoy la cosa parece que cambió un poco: tus pibes van al colegio con nenes rusos, venezolanos, colombianos. Festejá. No todos tienen esa suerte. Hoy te cuento por qué.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Qué pasa con el rendimiento académico de los pibes cuando cursan con inmigrantes?
Entre la primaria y la secundaria tuve dos compañeros/as que inmigraron (o sus padres) a Argentina. Vanesa Kim y Jennifer Kwon cursaron de primero a cuarto grado conmigo en la escuela que está en Rio de Janeiro y Diaz Velez, a unas pocas cuadras de donde vivía. Las dos eran de origen coreano. Sin contar a algunos de mis compañeros de primaria que siguen siendo mis amigos hasta hoy (Andy, Matu, Anibal), de mis pocos recuerdos de ir a la casa de algún compañero de esa escuela fue una vez que fuimos a lo de Vanesa Kim a hacer un trabajo práctico en su casa del barrio de Flores (o Floresta). Nos recibieron con la, en ese entonces extraña, costumbre de sacarnos las zapatillas antes de entrar (política hoy muy común en el hemisferio norte y que yo intento resistir con hidalguía) y con una mesa llena de snacks coreanos que en ese entonces consideraba exóticos.
El otro día estaba caminando por la Paternal, cerca de la cancha de Argentinos (ahí nomás del nuevo polo gastronómico del barrio) en una calle super residencial y escuché a una pareja hablar en ruso con su hijo. No eran turistas. Los turistas no van a Paternal (pero deberían). Seguramente su hijo vaya a la escuela en Argentina. Buenos Aires, creo, se siente hoy algo más diversa de lo que yo recuerdo.
Cuando vienen muchos inmigrantes (o la gente percibe que vienen muchos inmigrantes), suele generarse resistencia. Hay muchísimo para contar sobre por qué se genera resistencia (yo mismo tengo algunos papers sobre el tema acá, acá y acá). A veces hay temas culturales: el de afuera viene con una cultura que no te cierra o que te es demasiado ajena. A veces hay temas económicos/sociales: pensás que el que viene de afuera va a afectar tu empleabilidad (o tu salario), va colapsar tus servicios públicos o va a aumentar la tasa de criminalidad. A veces algunas de esas cosas son ciertas, otras no.
La posición torre-de-marfil de juzgar moralmente (desde una silla cómoda de una oficina paqueta) al que tema por la estabilidad de su trabajo cuando ve que llegan muchos inmigrantes no me simpatiza. La posición pro-migración de un inmigrante calificado (un investigador o un programador o un empresario) que seguramente yo mismo comparta con la mayoría de quienes lean esto es cómoda, porque la llegada de inmigrantes menos calificados (que suelen ser los que más masivamente llegan y los que más resistencia generan) no nos representa una competencia e incluso pueden ser un complemento (más competencia en lo que no produzco pero consumo significa precios más bajos para mí). Pero no me atrevo a juzgar al albañil preocupado, con o sin razón, porque lleguen otros albañiles de afuera. Su posición no es tan cómoda.
En todo caso, lo interesante es tratar de entender qué tanto de la percepción de lajente sobre la inmigración tiene asidero y cuánto es infundado, mito o simple propaganda conservadora. Porque, ojo, al albañil que tiene miedo lo entiendo y empatizo con él, pero con los propagandistas anti-migración no. El paper de hoy es sobre una idea muy arraigada en ciertos círculos de propagandistas: que los compañeritos extranjeros de tu hijo (que tal vez hasta hablan tu idioma con acento y en una de esas vienen con normas de comportamiento - y snacks - muy diferentes) le van a empeorar su experiencia de aprendizaje.
Estados Unidos tendrá todos los quilombos que quieran, pero si hay algo que no se puede negar es su gran diversidad. El grafo de arriba sale de un paper publicado este año de un equipo estelar de economistas en el cual están las dos mejores Paolas de la profesión: Giuliano y Sapienza. Muestra la distribución del share de estudiantes extranjeros por curso del Estado de Florida durante la primera década de los 2000’s. La media es 6% (en un curso típico de 32 estudiantes se espera que haya unos 2 extranjeros, un montón), pero con bastante variabilidad: en algunos grados hay 25, 30, 40% de extranjeros y en otros casi nada. Aulas con 0% de extranjeros no llegan al 15%.
¿A quién le irá mejor, al gringuito al que le tocaron un montón de compañeros de afuera o al que no? Pregunta difícil de responder. Empecemos por lo que no hay que hacer para responder esto.
Imaginate que te parás en, no sé, 2010 y evaluás a todos los alumnos del estado de Florida en diferentes disciplinas. Imaginate también que tenés toda la historia escolar de esos alumnos: en qué escuela/grado pasaron cada uno de sus años lectivos. Vas a tener chicos de varios grados en diferentes escuelas y “expuestos” a cierta proporción de alumnos extranjeros que va a variar por escuela, por año, por curso y por edad. Una fácil es agarrar esas notas y fijarte como varían en función de alguna medida de qué tan “expuesto” a extranjeros está el alumno que rindió el examen. “Alguna medida” puede ser algo así como la proporción de alumnos extranjeros promedio que tenía cada grado al que asisitió el alumno (pensá que los cursos pueden ir cambiando), multiplicado por la cantidad de años que fue a la escuela.
Por ejemplo, si mirás el mapita de Florida de arriba, los puntitos azules oscuros tienen mucho migrante y los más claros poco. Algo que podrías hacer (pero no deberías) es fijarte si rinden mejor los alumnos gringos de las escuelas con punto azul oscuro o las de punto azul claro. Y lo verías, casi con seguridad, es que los de puntos azules claros (o sea, poco expuestos a alumnos extranjeros) rinden notablemente mejor en todas las materias medibles.
Eso es exactamente lo que les da a Paola, Paola y su team: más migrantes correlacionan con notas de matemática y de lengua peores entre alumnos americanos.
Si lo pensás es bastante obvio. En ciertos países las escuelas privadas son mejores que las públicas (en promedio). O sea que los que son ricos tienen mejor educación que los que no. ¿Y adónde van mayoritariamente los hijos de migrantes? A las públicas. En otros países las públicas son suficientemente buenas, pero con heterogeneidad geográfica de manera que, lo que termina pasando, es que los más ricos se van a vivir a las zonas con mejores escuelas. ¿Y adónde van mayoritariamente los hijos de migrantes? A las zonas de peores escuelas. En cualquiera de los dos casos, lo que se suele dar es lo que a los economistas nos gusta llamar sorting: los ricos con los ricos, los pobres con los pobres y, normalmente, los migrantes con los pobres. O sea que si comparás así nomás el rendimiento de alumnos en relación a qué tantos compañeros extranjeros tienen y te da que, cuánto más extranjeros, peores las notas de los locales, es bastante probable que lo que estés capturando no sea necesariamente el efecto de estudiar con extranjeros en el rendimiento escolar, sino el efecto de ser pobre (o tener compañeros pobres) en el rendimiento escolar.
Intentemos darle otra vuelta a la tuerca. ¿Qué pasa si comparo exclusivamente alumnos americanos con nivel socioeconómico parecido? Por ejemplo, uno podría suponer (con bastante buen criterio), que una buena medida del nivel socioeconómico de un pibe es el nivel de educación que alcanzó su madre (o padre, o ambos). ¿Qué pasa entonces si comparás entre alumnos cuyas madres son, digamos, PhD (o dos madres con primaria completa para el caso)? Ahí la cosa empieza a cambiar. Las Paolas y su team te muestran que, entre dos alumnos con madres de educación parecida (y por ende, presumiblemente similar nivel socioeconómico), al que cursa con más compañeros extranjeros le va más o menos igual (o incluso mejor) que al que cursa con menos.
Digamos que esto es un poco mejor que simplemente comparar alumnos con muchos o pocos compañeros de afuera, pero tampoco es una maravilla. “Educación de la madre” es una medida razonable de nivel socioeconómico pero demasiado amplia. A dos PhD neoyorquinas, por decir algo, les puede ir bien diferente. Yo qué sé, tal vez una trabaja en finanzas y la otra es full time faculty de, ponele, una rama no muy redituable. La que trabaja en finanzas lo manda a la escuela más exclusiva y chique de Manhattan (en donde la mitad de los chicos se llama James y la mitad de las chicas Kimberly) y la profe (de la rama poco redituable) lo manda a una escuela que dentro de todo no está mal y aparte es algo más diversa en, metele, el Bronx. ¿Son comparables esas dos experiencias entre chicos con madres que tienen PhD? Mhm. Con buena data se puede hacer algo mejor.
El sorting del que te hablé se suele dar a nivel familia. O sea: si tu familia es rica seguramente puedas ir a una buena escuela, ya sea que eso implique pagar una privada o mudarse al barrio caro en donde están las mejores escuelas. Esto vale para vos y también para tu hermano o hermana, al menos si todos viven en el mismo techo. Y no sólo eso, sino que muchos de los factores familiares que hacen que a un alumno le vaya bien (no sé, que haya libros en casa, que te hablen de bebé, que te alimenten bien, que te motiven) son más o menos parecidos (más o menos dije) para todos los hermanos. Es cierto: no es obvio que los padres traten iguales a todos sus hijos, pero seguramente las condiciones familiares a las que se enfrentan dos hermanos dentro de una misma familia (los dos hijos de la financiera entre sí; o los dos hijos de la profesora pobretona entre sí) sea más parecida que las de dos chicos de familias distintas (el hijo de la financia versus el hijo de la profesora).
¿Qué pasa cuándo comparamos dos pibes americanos de la misma familia, que viven en el mismo techo y con los mismos padres pero que van a diferentes escuelas (unos con muchos y otro con pocos compas migrantes)? La correlación se da vuelta: el pibe que tiene más compañeros migrantes tiene mejor performance tanto en matemática como en lengua.
Pero pará. Por algo dos pibes de la misma familia van a diferentes escuelas, ¿no? Tal vez al que ves más prometedor lo mandás a la escuela cara (de los James y Kimberly) y al otro que no es tan despierto lo mandás a la más barata (que también es más diversa y está en el Bronx). Puede ser. Pero ese problema se soluciona fácil. ¿Qué pasa cuándo comparamos dos pibes americanos de la misma familia, que viven en el mismo techo y con los mismos padres, que van exactamente a la misma escuela, pero a diferentes grados y por ende (por casualidad) uno cursa con muchos y otro con pocos migrantes?
El hermano que tiene más compañeros migrantes tiene mucha mejor performance tanto en matemática como en lengua. Los compañeritos inmigrantes mejoran el aprendizaje de los locales. Al menos en promedio.
Ma perché? (o sea, “pero, ¿por qué?)
Una opción es que haya algo positivo y específico al hecho de estudiar con extranjeros. No sé, tal vez ese intercambio cultural, el vínculo con alguien de afuera termina teniendo algo de divertido y positivo para todo el mundo. O tal vez no es tanto el tema de su condición de extranjeros, sino que los extranjeros que llegaron vinieron con ciertas características que son buenas para el desarrollo educativo de sus pares. Ponele que agarro la clase de tu pibe y le saco al 20% de los alumnos al azar y los cambio por pibes especialmente inteligentes, bienportados, buenos e hinchas del bicho. Y, me da la impresión que a tu pibe le va a venir bien ese cambio. No porque los compañeros nuevos vengan (o no) de afuera, sino porque tienen características positivas para el aprendizaje de sus pares.
Parece que algo de eso hay. Los migrantes a Florida vienen de diferentes países y esos países tienen culturas heterogéneas y, por lo tanto, características mejores o peores como compañeros de clase de los nativos con los que van a compartir aula. Por ejemplo, me da la impresión que si a tu pibe le tocan muchos compañeros argentinos va a terminar siendo un superlativamente buen jugador de fútbol y hasta tal vez se va a aprender (para siempre y de memoria) la formación entera de los equipos argentinos de cada uno de los mundiales de su niñez (1994, Islas, Chamot y Sensini abajo por las bandas, el negro Cáceres - que en ese momento ya no jugaba en el bicho, pero de ahí salió -, y el cabezón Ruggeri defensas centrales, Simeone de algo-así-como-un-doble-cinco con Fernando Redondo - quien es, por lejos el mejor cinco que tuvo Argentina en su historia, el Diego - a quien aún no le habían cortado las piernas - con la 10, Balbo y el Cani arriba en los laterales y el mejor 9 de área que tuvimos - el Bati - más adelantado), pero no necesariamente va a ser un alumno muy aplicado (porque, sí, los argentinos somos medio chantas). Si, en cambio, tiene la suerte de compartir con chilenos, no se va a acordar de ninguna formación (porque no es obvio siquiera que Chile vaya a jugar un mundial los años que tu pibe va a la escuela ¯\_(ツ)_/¯), pero seguramente va a ser mucho más aplicado (porque, sí, los chilenos son gente estudiosa).
En el paper sistematizan esta idea de una forma bastante intuitiva. Pensalo así: lo que queremos saber, tomando el ejemplo anterior, es si para un americano X da lo mismo estudiar con un argentino “tipo” que con un chileno “tipo” (o de cualquier otra nacionalidad “tipo”). Los “tipos” no refieren al migrante particular que está en el aula del americano X, sino al comportamiento que se espera que tengan los migrantes parecidos a él o a ella. O sea, para cada nacionalidad migrante (chileno, argentino, cubano, lo que sea) agarran datos viejos de alumnos que vinieron de esos países y calculan un valor “esperado” de comportamiento de cada alumno migrante en función de su nacionalidad, tanto en cuanto a las notas que se espera que se saque como al nivel de disciplina que se espera que tenga, dada la historia de migrantes de la misma nacionalidad. ¿Los argentinos se portan mal históricamente? Entonces si te toco de compañero un migrante argentino voy a suponer que se porta mal.
¿Da lo mismo que tus compañeros migrantes vengan de países que suelen ser bien portados o mal portados, buenos alumnos o malos alumnos? no da lo mismo. Manteniendo todo lo demás constante (incluso el porcentaje del aula que es migrante), el rendimiento del americano va a ser mejor especialmente cuando le toquen migrantes que (se espera, en función de su país de origen) que tengan notas buenas y se porten bien. ¿Será que los locales se motivan más con los migrantes que la rompen en matemática? ¿O que la competencia los mejora a todos? ¿O que si los compañeros migrantes se portan bien, los nativos también y entonces estudian más? No sé. Pero que les va mejor, les va mejor.
A mi ex-compañera Vanesa la vi por última vez en 1994. En 1999 su papá llamó a mi casa para preguntar si sabía algo de su hija, que ya eran las 9 PM y todavía no había llegado a su casa. Lo atendí yo. En 2018 Vanesa me escribió por Facebook cuando vio que yo estaba viviendo en DC. Ella se había mudado en el 2000 a Estados Unidos con su familia y trabajaba de enfermera cerca de Baltimore. Quedamos en vernos pero al final no nos vimos y me parece que después cerró su Facebook y le perdí el rastro. No sé si Vanesa me leerá, supongo que no. Pero si me leés: necesito saber qué snacks coreanos se comía habitualmente en tu casa de Flores (o Floresta) en los 90s. En su momento me parecían demasiado exóticos (y aparte era muy tímido) así que terminé probando menos de lo que me hubiera gustado y estoy muy arrepentido. Dame otra oportunidad, Vanesa, te juro que cambié.
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El paper de hoy es este.
Si te interesa como la migración afecta las perceciones de crimen, acá escribimos este paper.
Si te interesa como la migración afecta las perceciones de empleabilidad, acá escribimos este otro.
Si te interesa como la migración afecta la percepción de riesgo (y la propensión a tomar riesgos) de los locales, escribimos esto acá.
Te dejo que arranques la mañana llorando con este temazo temático sobre la migración de los Enanitos Verdes. [Y ya que estás podés llorar también porque ya hace más de un año que se murió Marciano].
En el próximo envío
“Cuando con la democracia no se come”. Nos gusta mucho la democracia. Pero a veces nos da la impresión que no nos está dando todo lo que nos prometió. La próxima te cuento cómo, cuando la democracia no te da el bienestar material que necesitás, empezás a pensar a ver con buenos ojos otras alternativas.
No es fácil comunicar contenidos tan ásperos de esta forma y para los no-economistas interesados en estos temas se agradece muchísimo.
Felicidades!!!!
Y..... muy bueno el pollo