¡Hola! ¿Cómo estás?
Ojalá que no hayas entrado a este post vía Twitter o Instagram porque parece que con el uso de redes sociales vino más depresión (especialmente entre jóvenes) y yo no me quiero sentir culpable. ¿Cómo sabemos? Porque unos científicos lo midieron y escribieron unos papers. De eso escribí hoy.
Igual me parece que los newsletter no traen depresión sino alegría así que seguí nomás.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿La explosión de redes sociales causó depresión?
¿Qué cosas (que nos harían felices) dejamos de hacer para usar redes sociales?
“Cuando uno piensa en un árbol no piensa en este o aquel árbol, (…) piensa en una idea, un paradigma de árbol (…) y solamente conociendo ese paradigma, podemos juzgar qué cosas son más árbol y menos árbol (…) un jacarandá es más un árbol que una pintura de un jacarandá”. Esto dice Mariana Noé (mi compañera de cohorte TedX) en su charla “Platón puede romper Instagram”.
Mariana habla de la teoría de las ideas de Platón. En la charla se pregunta si esta idea no es la que alimenta la existencia (y, agrego yo, el éxito) de las redes sociales. En Instagram, por ejemplo, nos la pasamos viendo personas perfectas, familias perfectas. Si eso que vemos es nuestro modelo de lo que está bien (ese árbol paradigmático del cual nos habla Mariana), seremos mejores en función de qué tan parecidos seamos (o sean nuestras vidas) a eso que idealizamos. Y no hay nada más deprimente que la comparación permanente con un ideal.
Yo filósofo no soy. Mi primera reacción después de ver la charla de Mariana fue googlear “prevalence depression age”. Llegué a este artículo que me mostró este gráfico.
El gráfico (que refiere a USA) dice dos cosas. Primero, la depresión aumentó mucho desde 2009. Segundo, el aumento se explica exclusivamente por la incidencia entre jóvenes, particularmente a partir de 2013/14. ¿Te acordás cuándo compraste tu primer smartphone? Yo en 2013.
¿Será que ese “árbol” ideal que se ve constantemente en Instagram (o en Facebook para los entrados en edad) desde el smartphone - que hoy tenemos todos - y que es inalcanzable, tiene algo que ver con ese patrón de depresión entre jóvenes?
Dos advertencias antes de seguir. Primero, ni yo ni ninguno de los autores de los papers de hoy es médico y no es la intención meterse en detalles sobre la depresión (en todo caso, hay mucha gente haciendo investigación muy valiosa sobre el tema en muchas otras disciplinas). Dicho esto, toda la evidencia de la que voy a hablar hoy está basada en outcomes de salud mental que SI están desarrollados por médicos especialistas (por ejemplo, encuestas). Segundo, lo que voy a describir es un efecto de X (redes sociales) en Y (salud mental). Eso no significa bajo ningún punto de vista que sea necesariamente el canal más relevante (y por supuesto que no es el único). Sigamos.
Hoy les voy a hablar sobre Facebook (la red social que hoy es para gente entrada en años, pero antes era muy cool). La pregunta a responder es simple: ¿El uso de Facebook (o equivalentes) tiene un efecto causal en la salud mental de los jóvenes? Como siempre, empezamos pensando cómo responderíamos esta pregunta en una situación ideal. En un mundo perfecto, nos gustaría aleatorizar ciudades: agarramos ciudades al azar, en algunas dejamos que la gente use Facebook y en otras no y luego miramos cómo cambió su salud mental.
Esto no lo podemos hacer, pero lo que sí podemos hacer es aprovechar lo que los economistas llamamos “experimento natural”. Hay veces que no podemos aleatorizar cosas (porque no es físicamente posible o porque no es ético) pero la aleatorización la hace el mundo de forma natural. Dejame desviarme unas líneas del tema de hoy para darte un ejemplo paradigmático de “experimento natural”. Si ya sabés lo que es te recomiendo que saltees hasta que dice “Sigamos”.
Ejemplo: queremos saber si el contact tracing (o sea, llamar a la gente con casos positivos, por ejemplo, de COVID para identificar a personas cercanas de riesgo), funciona para reducir el contagio. Idealmente lo que haríamos es hacer contact tracing aleatoriamente en diferentes localidades. Si después de un tiempo vemos que las localidades “tratadas” tienen menos casos/muertes, es que funcionó. Bueno, hacer eso muy ético no es. En UK lo hicieron. Pero no fue una persona sino “la naturaleza” lo que generó el experimento. Parece que las autoridades tenían un Excel con la lista de contagiados y resulta que el Excel tiene un límite en la cantidad de registros que podés guardar. No se dieron cuenta y perdieron el 20% de registros (que habían pasado ese umbral), por lo que ese 20% no recibió tracing. Resulta que ese 20% era gente distribuida aleatoriamente por todo el país. Algunas localidades tuvieron la mala suerte de tener muchos de ese 20% y otras casi nada. O sea, por azar de la naturaleza algunas localidades hicieron tracing a casi todos y otras a casi ninguno. Un experimento casi perfecto que aprovecharon unos economistas para medir el efecto del contact tracing (te ahorro leer el paper: funcionó para reducir el contagio).
Sigamos. Facebook se creó como una red social para universitarios. Con el tiempo se masificó pero, en principio, era solamente para estudiantes de college y no de todos sino de algunos en particular. De a poco, la lista se fue extendiendo hasta alcanzar a todos. Para poder abrirte una cuenta en facebook tenías que pertenecer al grupo de instituciones invitadas (que se iba ampliando mes a mes) y la forma de asegurarse era permitiendo solamente registros con correos institucionales (tipo @yale.edu).
¿Por qué lo hicieron así? No sé. No lo planeó ningún investigador, pero lo cierto es que el setting termino siendo propicio para medir causalmente el efecto de tener Facebook en la salud mental de sus usuarios. Pensalo: en Agosto de 2004 Facebook estaba, por ejemplo, en Harvard y nada más. Luego de seis meses en Harvard y Princeton. Luego de doce meses en Harvard, Princeton y Chicago. En 18 meses en Harvard, Princeton, Chicago y UCLA. Si eras estudiante de Harvard en Agosto de 2004, fuiste “expuesto” a Facebook desde el principio. Si eras estudiante de UCLA recién pudiste “exponerte” un año y medio después. Nadie planeó que sea así. Nadie eligió en dónde estudiar en función de eso. Simplemente les pasó.
Los economistas L. Braghieri, R. Levy y A. Makarin aprovecharon este setting ideal para estimar el efecto causal de Facebook en la salud mental de los estudiantes universitarios. Lo que hicieron fueron juntar datos, individuales y recolectados anualmente, de salud mental auto-reportada de alumnos universitarios en Estados Unidos, con datos sobre la fecha exacta de llegada de Facebook a cada universidad.
¿Te acordás que acá explicamos lo que era una estrategia de diferencias-en-diferencias? Bueno, la idea es similar. Comparan la salud mental de estudiantes de diferentes universidades, antes y después de que llegue Facebook a su institución. De esta forma se ahorran varios problemas. Por ejemplo, ¿estaría bien comparar la salud mental de una universidad con y otra sin acceso a Facebook en un momento del tiempo? NO. Seguro hay universidades más demandantes (no sé, MIT) que otras (no sé, CalState) y por ende con estudiantes más propensos a estresarse o deprimirse, independientemente de la existencia o no de Facebook. De manera que comparar estudiantes entre instituciones, sin más, no sería correcto. ¿Estaría bien comparar la salud mental de una universidad ANTES y DESPUÉS de la llegada de Facebook? NO Imaginate si Facebook se abrió a Princeton justo un año en el que hubo una recesión que afectó el estrés de todo el país, ¿fue Facebook o la recesión lo que causó la depresión? Bajo ciertos supuestos, comparar estudiantes antes y después de la llegada de Facebook en algunas universidades en particular (Harvard, Columbia) con estudiantes antes y después de la llegada de Facebook en otras universidades (Yale, MIT), nos permite inferir causalidad. Si esto lo hacemos con todas las universidades y en muchos momentos del tiempo, aún mejor. Mirá la figura de abajo.
Hay varias leyendas (Borusyak, Callaway-Sant’Anna, etc). Olvidate de eso y concentrate en una sola: los círculos naranjas de Borusyak. Los círculos naranjas miden, en cada período (-8, -7, etc) la diferencia entre los síntomas de depresión en universidades de instituciones que ya tienen Facebook versus instituciones que aún NO tienen facebook. Si es positivo, significa que los alumnos con Facebook en ese período están más deprimidos que los sin Facebook, si es negativo significa lo inverso. Si está cerca del 0 es que no hay mucha diferencia.
¿Por qué hay números positivos, 0 y negativos en el eje X (horizontal)? Los números positivos (1, 2) miden el efecto en los períodos POSTERIORES a la llegada de Facebook en cada universidad. Los negativos (-1, -2, …-8) miden el efecto en los períodos ANTERIORES a la llegada de Facebook en cada universidad. Por ejemplo, fijate que círculo naranja del período dos está en +0.2 (del eje Y). Eso significa que, en promedio, cuando una universidad adopta el uso de Facebook, sus alumnos a los dos años de la llegada están más deprimidos que los alumnos de universidades que aún no llegó Facebook. Si mirás el círculo naranja del período -1, el valor es exactamente 0. Eso significa que, en promedio, los alumnos de las universidades en donde llegaría Facebook el próximo período están igual de deprimidos que los de universidades en donde no llegaría Facebook el próximo período.
Volvé a mirar el gráfico: antes de la implementación de Facebook (de 8 a 1 período antes de la llegada) los alumnos de todas las instituciones tenían una tendencia de salud mental comparable. En el momento en que Facebook llega esta tendencia se empieza a escapar del 0 y año a año la diferencia en la depresión de los lugares con Facebook empieza a ser persistentemente mayor que los lugares sin.
Hasta ahora hablé de “depresión” sin especificar mucho. Los datos salen de una encuesta llamada National College Health Assessment (de la American College Health Association). Lo que se ve en el gráfico de arriba es un índice de (mala) salud mental, basado en preguntas clásicos del estilo "cuántas veces te sentiste desesperanzado", "cuántas veces te sentiste triste", "cuántas veces pensaste en el suicidio", entre otras. No solamente incluye preguntas sobre sentimientos y emociones sino sobre uso de servicios de salud mental. Facebook no solo aumentó los sentimientos negativos, también el uso de servicios de salud mental y, para peor, disminuyó la performance académica de los estudiantes.
¿Qué es lo que tiene de tan terrible Facebook (o, para el caso, cualquier red social del estilo) para hacernos tanto mal? Potencialmente muchas cosas: 1) te puede sacar tiempo para interactuar con gente off-line, 2) te puede exponer a comparaciones permanentes, 3) en contextos de polarización extrema, te puede exponer a divisiones y peleas políticas que, como sabemos, afectan tu creación de lazos sociales.
Este paper no nos da una respuesta concreta a nada de eso. Solamente nos dice que más disponibilidad de Facebook causó más depresión. Lo bueno es que hay otros que investigaron el problema con un poquito más de detalle. ¿Viste que hay mucha gente que decide borrarse las redes sociales de su celular para “obligarse” a consumirlas menos? A un grupo de economistas se les ocurrió medir qué pasa cuando la gente desactiva Facebook por un tiempo (un poco más extremo porque no era solo en el celular). En un paper de hace un par de años le pagaron a un grupo de usuarios de Facebook para que lo desactiven durante las cuatro semanas en USA (te dejo que leas el paper para enterar cómo lograron monitorear que la gente efectivamente cumplía).
El diseño del experimento fue simple. Aleatorizaron a los usuarios en dos grupos: el de tratamiento, que recibió un pago para desactivar su Facebook y el de control que no lo recibió.
El gráfico de arriba mide la diferencia (ex-post) entre los tratados (que dejaron Facebook) y los controles (que no) en cuanto al uso de su tiempo. Si el puntito está a la derecha de la línea roja significa que el uso del tiempo en esa categoría es mayor entre los tratados que entre los controles (y al revés). Fijate “Friends and Family Time”: positivo. “Non-social online time”: negativo. “Non-FB social online time”: negativo. Al menos una parte del tiempo que reemplazaron fue a parar a interacciones fuera de social media, en persona, con amigos y familia y incluso haciendo otras actividades solos. Sin Facebook estamos más conectados con el mundo offline.
El gráfico de arriba se lee igual que el anterior (positivo significa que es mayor en el tratamiento, sin Facebook, que en el control). Los que dejaron Facebook saben menos de política, están menos polarizados (“Political polarization index”) y parecieran estar un poco menos enojados. Sin Facebook estamos menos politizados.
El gráfico de arriba se lee igual que el anterior (positivo significa que es mayor en el tratamiento, sin Facebook, que en el control). Los que dejaron Facebook dicen estar más felices, menos deprimidos, menos ansiosos y más conformes con la vida. Un detalle importante. La variable “Happiness” está compuesta por dos preguntas: felicidad (en absoluto) y "felicidad respecto de tus pares”. ¿Será que Platón y Mariana tenían razón? (ya lo sabíamos, pero para confirmar:) Sin Facebook estamos más contentos.
Como dije antes: las redes te deprimen, pero seguro que los Newsletter de economía te alegran. Así que no dejes de leer el próximo.
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Si querés leer el primer paper de este envío lo podés bajar acá.
Si querés leer el segundo paper de este envío lo podés bajar acá.
Si te interesó el paper sobre contact tracing está acá.
Si querés leer discusiones interesantes sobre celulares, social media y salud mental, recomiendo esto, esto y esto.
Si querés ver la charla de Mariana podés entrar acá.
En el próximo envío
“Más armas, ¿menos crimen?” Está de moda pedir que “la gente se arme” para bajar el crimen. La hipótesis es que, si nos armamos, vamos a disuadir a los delincuentes (porque más fácil asaltar a alguien que no está armado, ¿no?). La teoría dice que dejar a la gente armarse puede bajar el crimen. Pero también dice que puede subirlo. En el próximo envío te cuento qué pasó con el crimen cuando se flexibilizó la compra de armas.