¡Hola! ¿Cómo estás?
¿Tenés algun ascendiente emigrado? ¿Pensaste cómo sería tu vida si ese tataratatara-abuelo hubiera decidido irse a otro país en vez del que eligió? ¿Te hubiera ido mejor, peor, igual? Difícil saberlo. Pero el paper de hoy trata de averiguarlo.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Le fue mejor al italiano que llegó a Argentina en el Siglo XIX o al que se fue a USA?
¿Y a sus hijos?
Mi abuelo paterno, Isaac, polaco, tenía como 11 hermanos. No fue el primero en irse de Polonia. Algunos de sus hermanos mayores ya habían emigrado. Algunos a Estados Unidos, otros a Argentina. Mi abuelo decidió venir a Argentina y trabajar con dos de sus hermanos, todos ellos sastres de oficio, que se habían puesto un negocio en Villa Crespo. El último de los hermanos en emigrar, (“el tío”) Mikel, se fue después de haber sobrevivido seis años (lo atraparon los nazis como soldado polaco) en varios campos. Tantos campos que, cuenta la historia, tenía tatuado un número bajísimo en el brazo, porque fue de los primeros en entrar y de los pocos de esa “cohorte” que sobrevivieron. Se fue a Estados Unidos y ahí se quedó hasta morirse en el 2002. Tuvo hijos (los primos de mi papá, Yudi y Michael) que también tuvieron hijos, mis primos segundos, quienes hoy viven en California.
A veces me pregunto cómo hubiera sido la vida de mi “yo contrafactual” si mi abuelo hubiera decidido irse a Estados Unidos en vez de a Argentina (bueno, por empezar, no sería campeón del mundo tres veces). Ver la vida de mis primos segundos a través de Instagram (y, antes, de Facebook) y pensar que tal vez mi vida sería así es tentador pero es un ejercicio equivocado: ellos no son un buen contrafactual. En realidad, no existen buenos contrafactuales individuales, ni siquiera cuando hacemos experimentos. Podemos agarrar a una persona y darle un tratamiento (mandarla a USA) y a otra un placebo (mandarla a Argentina) pero la persona que mandamos en USA es un individuo distinto y por lo tanto difícil de comparar con la que mandamos a Argentina (mi tío abuelo no es mi abuelo, de hecho por algo uno decidió irse a Argentina y el otro a USA). Lo que hacemos en esos casos es pensar en promedios. En un experimento lo que podría hacer es mandar a un montón de gente a USA y a otro montón de gente a Argentina. Y ahí sí: si los mando aleatoriamente, en promedio los que mandé a USA van a ser parecidos que los que mandé a Argentina (aunque cada individuo en particular no sea igual a ningún otro) y entonces sí puedo comparar el efecto USA con el efecto Argentina.
La historia de mi familia no es tan distinta a la de otras familias que emigraron de Europa por diferentes razones y a diferentes lugares. Argentina, por ejemplo se llenó de italianos. Pero también Estados Unidos se llenó de italianos. Incluso de las mismas ciudades de origen e incluso de las mismas familias que, como la mía, se partieron entre diferentes países e hicieron sus vidas. Con todo lo mucho-más-rico que es Estados Unidos en comparación con Argentina, parece obvio que los que emigraron al norte tomaron una mejor decisión que los que emigraron al sur. ¿O no?
Santi Perez es un economista argentino muy crack que estudia historia económica. En uno de sus papers hace lo mejor que se puede hacer con los datos que existen para responder algo que le hubiera venido bien saber al tano (así le decimos a los italianos en Argentina; viene de napolitano) que a principios del siglo pasado tomó la decisión de migrar pero dudó si irse bien al sur o bien al norte: ¿adónde le iría mejor? Si contestar rigurosamente preguntas contemporáneas es complicado, contestar preguntas de hace cien años es aún peor.
El primer problema es definir la pregunta. ¿Qué significa que “le vaya mejor” al italiano que se fue a USA o al que emigró a Argentina? ¿Que gane más plata? ¿Que esté más asimilado? ¿Que la próxima generación gane más plata? Un poco de todo eso.
Santi mira un montón de outcomes. ¿Era más probable que te compres una casa si te ibas a Argentina o si te ibas a USA? ¿Era más probable que tengas un trabajo calificado si te ibas a Argentina o a USA? ¿Y tus hijos italo-argentinos versus los hijos italo-americanos?
El segundo problema es conseguir la data. Lo voy a hacer sonar infinitamente más fácil de lo que parece: Santi linkeó data individual y con nombre y apellido de los llegados al puerto (de Buenos Aires, al de NY o a algún otro puerto más chico) con registros individuales de censos. ¿Viste que conseguir los datos del censo argentino de 2022 (o incluso el de 2010) es medio imposible? Bueno, los de Santi son del censo de 1895.
El tercer problema es el de siempre. A principios del siglo pasado los italianos en Estados Unidos no eran, o sea digamos, de los más altos en la pirámide social. Eran más bien pobretones. En Argentina, en cambio, estaban fundando templos, tipo Guerrin (la mejor pizzería para comer de parado en Buenos Aires), fábricas de todo tipo, como la mítica Siam Di Tella o poniendo los cimientos de la cultura argentina haciendo alfajores en Terrabusi. Asumiendo que estos datos anecdóticos que estoy tirando sean una buena representación de la realidad de los italianos en Argentina y en Estados Unidos, ¿cómo sabemos qué tanta de esa diferencia en el éxito relativo se explica por el “tratamiento” (venir a Argentina o a Estados Unidos) y qué tanto es simplemente el resultado de que los italianos que fueron para el norte ya eran diferentes que los que fueron para el sur?
Las X de los dos gráficos indican años desde que el emigrante llegó a destino (empieza en 0). El eje Y del gráfico de la derecha mide la probabilidad de que el emigrante italiano sea dueño en su país destino. El eje Y del gráfico de la derecha mide la probabilidad de que el emigrante italiano tenga un trabajo no-calificado (para la época) en el país destino. Puntitos naranja son los que llegaron a Argentina, rombitos azules a USA. Pasan los años de emigrado y la probabilidad de que el tano que llegó a Argentina sea dueño se hace cada vez mayor a la del tano que llegó a USA. Pasan los años de emigrado y la probabilidad de que el tano que llegó a USA o a Argentina tenga un trabajo no-calificado es cada vez más baja, pero siempre es mayor (y la diferencia má o meno se mantiene) para los que llegaron a USA.
En números: La probabilidad de que un tano-argento sea dueño (primera generación) es 4.4 puntos mayor que la del tano gringo. La probabilidad de que un tano-argento tenga un trabajo no-calificado (primera generación) era 28 puntos menor que la de un tano-gringo.
¿Y los hijos de los tanos? Se va cerrando la brecha pero no tanto. La probabilidad de que el hijo del tano-argento sea dueño (segunda generación) es 4 puntos mayor que la del hijo del tano gringo. La probabilidad de que el hijo del tano-argento tenga un trabajo no-calificado (segunda generación) es 10 puntos menor que la del hijo del tano-gringo.
Ok, pero pará. Los italianos que se fueron a USA no son los mismos que se fueron a Argentina. Por ejemplo, cualquiera que haya visto Sopranos sabe que a USA llegó mucho napolitano (y un poco de genovés). Cualquiera que haya visto algo de fútbol argentino sabe que a Argentina llegó mucho genovés (y algo de napolitano). O sea: tal vez a los tanos-argentos les fue relativamente mejor que a los tanos-gringos simplemente porque ya venían mejor entrenados. Difícil descartar esta hipótesis 100%. Pero el paper hace lo mejor que puede para mostrar que probablemente no venga por acá la diferencia. Los italianos que fueron para Argentina o para Italia no difieren ni en edad, ni en sexo ni en alfabetización. Las diferencias en tipo de ocupación (granjero, etc) eran chicas y Santi muestra que no eran predictivas de ninguno de los outcomes al llegar al país de destino (o sea, que seas granjero o no no aumenta tu probabilidad de ser dueño cuando llegás al país de destino).
En pocas palabras: los italianos que fueron para Argentina o para USA no eran tan diferentes en las dimensiones que (uno pensaría) son relevantes para predecir su performance económica futura. Al momento de pisar el puerto de Buenos Aires o de NY, eran bastante comparables pero a medida que pasó el tiempo a los tanos-argentos les fue mejor que a los tanos-gringos. Próxima pregunta: ¿por qué? Tantas cosas pueden haber pasado. Santi explora un montón de hipótesis. Yo te voy a contar las que más me convencieron.
Los italianos que llegaron a Argentina no eran tan distintos que los que llegaron a Estados Unidos. Pero sí eran muy distintos en relación al resto de los migrantes (y no migrantes) de cada país. Ambrosio Terrabusi pudo haberse ido a Estados Unidos en vez de a Argentina. En términos absolutos, hubiera tenido las mismas habilidades viviendo en NY o en Buenos Aires. Pero en términos relativos, Terrabusi era un crack en Argentina y en USA hubiera sido del montón. Por ejemplo, hacia fines del siglo XIX (cuando vino Terrabusi y tantos otros), casi todos los inmigrantes (irlandeses, alemanes, lo que sea) a Estados Unidos sabían leer y escribir comparado con un poco más de la mitad de los inmigrantes (de varios países) a Argentina. El mismo Terrabusi era más valioso en Argentina que en Italia.
Para quien conoce Argentina e Italia las similitudes culturales son obvias. Claro, pasaron muchos años y tal vez nos volvimos parecidos. Pero todo indica que en parte ya éramos parecidos. Al menos relativo a la similitud entre italianos y americanos. Argentina e Italia son católicos, hablan idiomas con la misma raíz y encima a los gobiernos argentinos les encantaba la inmigración europea. Si viste Scarface, Little Caesar o, bueno, cualquier película sobre mafia en Estados Unidos o sobre la época de la ley seca, sabés que los italianos no tenían la mejor fama por allá (y hasta medio que los bannearon en los 20s). ¿Le hubiera ido igual de bien a Ambrosio Terrabusi en ese contexto?
Difícil saberlo. En los gráficos de arriba Santi muestra data de 1928 que sale de una encuesta a estudiantes americanos. Les preguntan si se casarían o serían amigos de personas de diferentes nacionalidades. El 20% se hubiera casado con un italiano, un poco más del 20% aceptaría ser amigo de un italiano. Complicado progresar así. ¿No?
La pregunta obvia es por qué insistían en irse a un país que, en principio, les ofrecía menos oportunidades económicas y de integración. Una opción es que LA VIERON con mucha anticipación. Otra opción es que a veces tira más la red que la plata: te vas adonde conocés gente que ya se fue: tu tío, tu primo, tus hermanos.
Santi procesó los apellidos de los migrantes por olas migratorias y destinos y armó algo así como un índice de apellidos argentinos. Básicamente: si un emigrante de Italia de 1895 tiene un apelido que, hasta 1894 solamente aparece entre los registros de llegadas a Argentina, suma 1. Si aparece solamente entre los registros de llegadas a Estados Unidos, suma 0. Fijate en el gráfico de arriba como los rombos azules (emigrantes italianos a Estados Unidos) tienen valores relativamente bajos y los círculos naranjas (emigrantes italianos a Argentina) tienen valores relativamente bajos. O sea: si te fuiste de Italia a Estados Unidos en 1900 y tu apellido es De Niro, lo más probable es que en los registros de inmigrantes de Italia a Estados Unidos hasta 1899 haya algún otro De Niro (y ninguno en los de Argentina). Si tu apellido es Bertolotti en 1900 y estás emigrando de Italia a Argentina, lo más probable es que haya algún registro con el mismo apellido en Argentina y no en Estados Unidos, hasta 1899. Las redes de contactos tiran. Por algo mi abuelo se vino adonde estaba la mayoría de sus hermanos.
Termino de escribir este envío unos días antes de volar de nuevo a Montreal. Recién vuelvo de comer unos sorrentinos - producto inventado en Mar del Plata en la cantina de Chiche Véspoli, hijo de inmigrantes italianos de fin del siglo XIX - en Albamonte, la mejor cantina del momento en la Ciudad de Buenos Aires, fundada hace varias décadas por Antonio Iannone, inmigrante salernitano. Albamonte y la Trattoria Napolitana Vespoli siguen más vigentes que nunca. Ahora las atienden sus hijos o nietos o bisnietos. Para navidad compré una torta de Gino de La Paternal, hoy atendida por la descendencia de los fundadores italianos y más hypeada que nunca por influencers de esos que les gusta apretar la comida en cámara para mostrarte lo buena que es. ¿Qué tiene que ver esto que te cuento? Supongo que nada. Me sirve para ponerle cara, nombre y apellido a los datos de esos tanos que seguro aparecen en los registros del paper de Santi.
Te puede interesar
El paper de hoy es este.
Si te interesa la tecnología de linkear data histórica de diferentes fuentes (censos, puertos), recomiendo mirar esto de Abramitzky (quien no-casualmente fue el advisor doctoral de Santi).
No puedo dejar de recomendar el libro de historia económica que más me gustó: The Chosen Few. Una mirada economicista pero bastante convincente sobre el desarrollo histórico del judaísmo.
Hoy te musicalizo la mañana con Raffaella Carrá. Procer en estas pampas, en el sur.
En el próximo envío
“Poteito potato”. La papa es una maravilla. Lo mejor que le pasó a la humanidad después de la rueda, la máquina de vapor, el gol a los ingleses e Internet. Ok, exagero. Pero no tanto. En el próximo envío te cuento todo lo que le debemos a la papa.