Queridísimo miembro de esta comunidad: ¿Cómo va todo?
Qué cosa divertida que es jugar al fútbol con los del laburo. Ese fútbol post-oficina que, al menos en mis años mozos, era una institución sagrada de toda oficina argentina (y asumo que latinoamericana; y un poco europea también). Es buena para la salud (física y mental). Hoy te cuento también por qué además seguramente sea buena para tu futuro laboral.
Bah, si sos hombre.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Mejora tus prospectos laborales que tu jefe sea hombre si sos hombre?
¿Y que tu jefe sea fumador si sos fumador?
¿Sirven los espacios de interacción no-laborales con tus jefes para ascender?
En un momento de mi vida laburaba de cosas normales. O sea, me ponía una camisa (nunca a cuadros pero alguna vez a rayas), pantalón tipo chino color taupe, algún calzado tipo zapato. Viajaba en subte al centro, llegaba a una oficina, abría un excel. Hacía cosas con un excel. Comía unas porciones de pizza de parado en El Cuartito (gran pizzería argenta para los que no conocen). Volvía a hacer cosas con un excel. Entre mis trabajos de usar Excel estuvo Techint. Gran compañía y grandes compañeros, que también hacían cosas con un excel y a quienes recuerdo con cariño. Ojo, también tuve trabajos de no usar excel; trabajos de usar C# o ASP.net (en mi época de programador pre-economista).
Lo innegociable, el factor común de todos los trabajos que tuve, no era el Excel, no. Tampoco era el pantalón chino color taupe, ni el subte B al centro. Era el fútbol.
Pasé por unas 5 oficinas antes de graduarme y decidir dedicarme a esta cosa que hago ahora. Te puedo nombrar pocos detalles sobre mis trabajos porque no los recuerdo. Pero te puedo dar información muy certera de la calidad futbolística de casi cualquiera de mis compañeros en cada una de esas cinco oficinas. El caimán, por ejemplo, compañero de Techint que seguramente lea esto, era un gran jugador. Ni me acuerdo que hacía el caimán en la oficina, eh. Algo con excel. Pero jugaba bien, eso me acuerdo. Y aparte sabía mucho de música.
El fútbol con los de la oficina es sagrado, una institución de bien. Bah, no sé cómo será ahora, pero en mi época de persona en situación de camisa, pantalón taupe y usuario de subte al centro, el fútbol con tus compañeros era una gran fuente de motivación para seguir poniéndole cosas a las celdas del excel. Incluso hoy, trabajando en la universidad, lo sigue siendo (no para mí, que soy como Gago - en el sentido de que no puedo jugar porque me lesiono - pero sí para el resto de la gente).
Es que el fútbol con los del laburo no se termina en los 60 minutos que dura el partido. Sigue al otro día, en las conversaciones del almuerzo. Y al otro. Y posiblemente también te de tela para cortar los días previos al próximo encuentro. Y esos 60 minutos de partido tal vez hasta vienen acompañados con 10’ de vestuario antes de arrancar y si tenés suerte con una hora más para tomar algo. Y lo mejor es que no hay jerarquías. Puede jugar tu compañero de escritorio, pero también tu jefe o el jefe de tu jefe. Y jugás sin compasión, eh. Si hay que bajar al manager porque se va solo directo arco, se baja al manager para que no se vaya solo directo al arco. Todo pelota. De a poco te vas haciendo amigos.
El fútbol con los del laburo es una institución de la que he formado parte orgullosamente. Pero no es la única institución que caracteriza a los vínculos oficinistícos extra-laborales. En mi época ya no se podía fumar dentro de la oficina, entonces surgía la secta de los que “bajan a fumar y vuelven”. Ah, esa institución nefasta: bajar a fumarse un cigarrillo y volver. Qué cosa horrible el cigarrillo y mejor no hablo de los fumadores.
Pero hay algo en común entre la institución del fútbol con los del laburo y la de bajar a fumarse un cigarrillo y volver. Son dos tipos de oportunidades recurrentes para formar vínculos con tus compañeros (y jefes o subordinados) del trabajo, por fuera del trabajo en sí. Dos instituciones que aparte te permiten apropiarte de cierta identidad, de pertenecer a algo a lo que también pertenecen tus colegas, pero que nada tiene que ver con el trabajo en sí. Pensalo: estás sentado, pasa tu compañero de bajar a fumar un cigarrillo, saca uno, te lo muestra y no hay necesidad de que diga más porque entendés lo que se viene. Agarrás la campera, y se van hablando para el ascensor. Y bajan y esos 10 minutos, dos veces por día, cinco días a la semana terminan siendo unas 6 horas por mes que compartís con tus compañeros de fumar un cigarrillo, en las cuales interactúan de forma diferente a la que actuarías en una reunión de trabajo. Ni hablar si el compañero de fumar cigarrillos es tu jefe.
Acá es donde la gente de 30’s largos empieza a pensar en su bagaje de cultura pop y en cómo lo que estoy escribiendo le suena a ese gran capítulo de Friends, temporada 5 episodio 18, llamado The One Where Rachel Smokes. Resulta que Rachel entra a trabajar en Ralph Lauren y resulta que su jefa fuma y su compañera de oficina también. Y se da cuenta de que mucha de la dinámica de lo que pasa en esa oficina está influenciado por lo que pasa durante el break de fumar. Y, claro, sus prospectos laborales entonces depende de ser o no fumadora. Resuelve empezar a fumar. Al envío de hoy podría haberlo llamado “La hipótesis Rachel Green”.
¿Será que compartir espacios con tu jefe pero fuera de la oficina te afecta tu progresión de carrera? Mas en concreto, ¿será que esa institución nefasta de bajar a fumar un cigarrillo en la oficina te da una ventaja laboral si tu compañero de fumada es tu jefe?
Qué pregunta complicada para responder. Si quisiéramos hacerlo bien, deberíamos hacer un experimento rarísimo. Tipo agarramos una empresa grande y empezamos a aleatorizar jefes que fuman o no fuman con empleados que fuman o no fuman. Y después comparamos la evolución de carrera de cada grupo: jefe fumador-empleado fumador; jefe fumador-empleado no fumador; jefe no fumador-empleado no fumador; jefe no fumador-empleado fumador. Si a los del primer grupo (el match fumador-fumador) les fue mejor que al resto - en el futuro ganan más o tienen mejores puestos -, entonces empezamos a pensar que la fumada compartida tiene sus beneficios.
Nadie en el mundo te va a dejar hacer ese experimento. ¿Pero sabés que? No necesitás. Porque existe el gran Ricardo Perez-Truglia (argentino él) que te da una respuesta tan creíble como si hubiera aleatorizado fumadores y fumados pero sin tocar absolutamente nada de nada.
Un poco de contexto. Banco grande, muy grande, de cierto país avanzado, muy avanzado, del sudeste de Asia. Hay managers que tienen equipos a su cargo. Para avanzar en la carrera, los managers están obligados a rotar. O sea: estás unos añitos manejando a esta gente, después viene recursos humanos y te dice que los próximos tantos años vas a cambiar de equipo y vas a ser el manager de este otro grupo de personas. Ahora imaginate la siguiente situación.
Año 2025, tenés dos equipos de ventas. El equipo A tiene dos vendedores: Lerindo y Tiburcio. El equipo B tiene dos vendedores: Evaristo y Washington (es uruguayo, por eso). Lerindo, del equipo A y Evaristo, del equipo B, son fumadores. Tiburcio y Washington son no-fumadores. Hoy Evaristo, Washington, Lerindo y Tiburcio tienen el mismo puesto y el mismo salario. Cada equipo en 2025 tiene su propio manager: el A está liderado por Roberto y el B por Mario. Tanto Roberto como Mario con personas saludables y no fuman. A fin de año viene recursos humanos y anuncia rotaciones para los próximos cinco años. A Roberto y a Mario los mandan a otro país. Llegan Celestino y Porfirio a liderar los equipos A y B, respectivamente, hasta 2030. Celestino es fumador, Porfirio no.
Resumo lo importante: Evaristo fuma, su jefe anterior no fumaba, pero su jefe actual (Celestino) sí lo es. Tiburcio fuma, su jefe anterior no fumaba y su jefe actual (Porfirio) tampoco. Acá viene la pregunta clave: cuando pasen los cinco años de gestión de Celestino y de Porfirio, ¿el salario y el puesto de Evaristo será igual que el de Tiburcio? Si es cierto que los breaks de fumar sirven, entonces esperaríamos que a Evaristo (que tuvo la suerte de que le toque un jefe fumador) le vaya mejor que a Tiburcio (que no tuvo la suerte del jefe fumador). Esta comparación, pero mirando cientos de equipos y cientos de jefes fumadores y no fumadores es lo que hace Ricardo y su gran coautora Zoe Cullen en el paper de hoy. Mirate el grafo de abajo.
El eje X te indica los trimestres de comparación. O sea: 0 es el momento en que se produce la rotación de jefes. Los positivos del eje X son los trimestres posteriores a la transición y los negativos son los anteriores a la transición. El eje Y te compara la trayectoria salarial entre dos grupos de empleados fumadores: los que venían con jefe no fumador y les metieron uno que fuma VERSUS los que venían con jefe no fumador y les metieron otro jefe que tampoco fuma. Cuando el eje Y es un 0, lo que te dice es que las trayectorias de estos dos grupos son parecidas: o sea, antes de la transición, la evolución salarial de los Evaristos y los Tiburcios es parecida. En el momento 0 a Tiburcio le cae el jefe fumador y al pobre Evaristo le toca otro jefe no fumador. Fíjate como el salario de los Tiburcios en comparación con el de los Evaristos empieza a despegarse hacia el trimestre 7 (menos de dos años) después de la transición. En total terminan ganando un 15% más. Algo pasa en ese break de fumar.
Lindo resultado, ¿no? Pero puede significar muchas cosas. La hipótesis es que esta ventaja del fumador se explica porque los breaks de fumar te dan una ventaja en términos de potencial de tiempo de interacción con tu jefe. Cosa difícil de medir, salvo si sos Ricardo (y Zoe), a quienes se les ocurrió armar una encuesta para medir literalmente cuántos minutos por día cada miembro del equipo habla con sus respectivos jefes antes y después de la rotación. Para los Evaristos (fumadores que pasaron de jefe no fumador a otro jefe no fumador) NADA cambia. Para los Tiburcios (que ahora tienen jefe fumador, igual que ellos), la cantidad de minutos del break que dicen pasarlos con su jefe aumenta, cuchá’, 63%.
Ya sé lo que estás pensando. Sí, sí, porque yo pensé lo mismo. O sea, OK, Tiburcio pasa mucho tiempo con su jefe fumando en el break y también tiene más chances de crecer más rápido que Evaristo, pero eso no implica necesariamente que la diferencia se explique por las interacciones sociales en sí. Dicho de otro modo: sí, puede ser que Tiburcio ascienda más rápido porque se hizo amigo de su jefe en el break, pero también puede ser que el jefe aprovechó los breaks para conocer mejor a Tiburcio, darle tareas en donde pueda producir más o incluso que use los breaks para seguir dándole trabajo y formando a Tiburcio. ¿Cómo saberlo?
Ricardo dice que esto último no pasó, y te muestra evidencia para sostener lo que dice. Para los fumadores, que les toque jefe fumador no implica ningún aumento especial (en comparación con los del jefe no fumador) de su propia productividad o esfuerzo individual: ni trabajan más horas que los que le tocaron jefes no fumadores, ni trabajan más días ni tienen mayor chance de ser retenidos en la empresa ni nada.
Soy consciente de que empecé este envío hablando del fútbol con los de la oficina y no de los fumadores. No es casual. No en todas las oficinas se juega al fútbol, pero el punto del fútbol sirve para ilustrar un tipo de interacción que típicamente refleja espacios de hombres con hombres y que de alguna manera se parece bastante a la institución del break de fumar en la oficina. Si leyeras todo el envío de nuevo, pero cambiando “fumador” por “hombre”, la conclusión sería muy parecida. Te ayudo.
Tenés dos hombres: Marcelo y Juan. Ambos son… bueno, hombres. Y vendedores de diferentes equipos de ventas. En 2025 el equipo de Marcelo estaba liderado por Norma y el de Juan estaba liderado por Lucía. A fin de año llega la rotación, a Norma la reemplazan por Arturo, a Lucía la reemplazan por Evangelina. Resumo lo importante: Marcelo y Juan tenían jefas mujeres. Ahora Marcelo tiene jefe hombre y Juan tiene otra jefa mujer. En 5 años, cuando termine la rotación, Marcelo - que tenía el mismo puesto y ganaba lo mismo -, ¿tendrá una posición y un salario mayor al de Juan?
El grafo se lee igual al de arriba, pero ahora las comparaciones son de match de género y no de prácticas fumadoras. O sea: los 0’s en el eje Y antes de la transición te dicen que los Marcelos y los Juanes tenían trayectorias salariales parecidas mientras ambos tenían jefes mujeres. En el momento de X = 0 se da la transición y los Marcelos empiezan a tener jefe hombre (y los Juanes otras jefas mujeres) y fíjate como las trayectorias empiezan a separarse. Al trimestre 10 después de la transición, los Marcelos terminan ganando un 15% más que los Juanes.
La hipótesis es la misma que antes: la ventaja de los Marcelos se da porque tener jefe hombre les aumenta la cantidad de minutos que usan para interactuar. No sé si será porque juegan al fútbol entre hombres, porque van ver peleas de box entre hombres o porque van al sauna entre hombres, pero la data muestra que, antes de la rotación, los Juanes y los Marcelos interactuaban de forma parecida con sus managers (en cantidad de minutos) , pero después de la transición los Marcelos interactúan un 70% más con sus managers. Y acá viene la pregunta del millón, que te estás haciendo desde que empezaste a leer este envío: ¿y las mujeres?
Dos vendedoras: Beatriz y Nélida. Las dos tienen jefes hombres antes de la rotación, Beatriz pasa a tener jefa mujer y Nélida pasa a tener otro jefe hombre. Beatriz, que ahora matchea con manager mujer, ¿tiene más chances de progresar que Nélida, que sigue con jefe hombres? NO. No tiene. Cero, no hay diferencias, nada. ¿Por qué? Muchas hipótesis. Tal vez no hay tanto espacio compartido exclusivo de mujeres que fomente las interacciones. O tal vez no usan esos espacios de la misma forma que los hombres. No lo sabemos.
Pero te resumo lo que sí sabemos: si sos hombre y tu jefe es hombre, tenés ventaja para ascender y para ganar más. Si sos mujer y tu jefa es mujer, no tenés ventaja para ascender ni para ganar más. ¿Cuánto de la diferencia entre el salario promedio de hombres y mujeres se explica por este efecto? O, dicho de otra forma, ¿cuánto se achicaría esa diferencia si no existieran este tipo de ventajas de socialización? Respuestas generales no hay, pero para este caso específico Ricardo hace los números: 40%. 4-0. Cuarenta. Tranqui.
Querido amigo miembro de la comunidad de gente que estudia cosas raras que hemos dado en llamar #EstoNoEsEconomía: si querés quedar como el capo del grupo, el intelectual, el curioso, el gracioso, divertido y profundo, ya sabés que tenés que hacer: compartir este envío.
Y si no te da para compartir, pero aún así querés agradecerle a esta comunidad que tanto te dio, podés darle like, me gusta, mi piace, j’aime. Gracias amigo.
Ah y dejame tu mail si aún no lo hiciste y querés recibir grandes envíos como este una vez cada dos semanas:
Te puede interesar
El paper de hoy lo encontrás acá.
Relacionado, en este paper te cuentan que las interacciones fuera de la oficina, entre managers de diferentes firmas, también sirven para mejorar la productividad de todos.
Nada que ver, pero …
Acá te muestran algo que parece obvio pero nadie lo había documentado experimentalmente: el stress financiero te arruina la calidad del sueño.
Esto es espectacular y seguramente escribiré más largo, pero te merecés un avance. Acá muestran que cuando una pareja de padres (madre/padre) contactan a una escuela para tener información para sus hijos, la escuela devuelve la llamada con mucho mayor probabilidad a la madre que al padre.
Lo que viene, lo que viene
“El celular te atonta”. No a toda edad. Pero si durante la adolescencia. Más evidencia de que tener celular cuando sos pibe no solo te afecta la salud mental sino que te hace más tonto. Te cuento la próxima.
Me gustó mucho toda la presentación. Muy cómica.