¡Hola! ¿Cómo estás?
Cuando era pibe estaba de moda la expresión “mandar al Gulag” o “mandar a Siberia”. Era para decir que te enfriaron, te mandaron al destierro, al ostracismo, a la soledad, te cajonearon, te escondieron.
Nunca fui a Siberia, aunque me imagino que debe ser medio inhóspito. Hace unas décadas, si te pasabas de vivo, de intelectual o de científico; si pensabas o decías algo de más, Stalin te encajonaba ahí. Pero no todas eran pálidas. O sea, OK, el invierno dura 11 meses, el suelo está congelado el 100% del tiempo, no hay servicios básicos, la tormenta de nieve más suave te tapa un pueblo entero, -72C al sol, los ríos están contaminados (y congelados, claro), las brújulas no funcionan (literalmente), PERO parece que la gente de ahí ahora es muy educada.
Hoy escribí sobre como la intelligentsia que la dictadura soviética “mandó a Siberia” rindió un fruto intelectual inesperado que se percibe hasta hoy.
Espero que te guste. Gracias por leer.
Las preguntas de hoy
¿Que pasa con la economía de una ciudad cuando le tirás una tonelada de capital humano?
¿Persiste la acumulación de capital humano en el tiempo?
Con todo esto del emergente amor entre USA y la proto-dictadura de Putin me enganché con las memorias de Alexei Navalni, el gran opositor ruso que curiosamente se envenenó en un avión, sobrevivió, y después terminó muriéndose en una cárcel a los 47 años. Cosas que suelen pasar naturalmente y sin ninguna intervención de ningún aparato estatal.
Que cosa de locos la persistencia, eh. Los soviéticos ya desde épocas de Lenin, pero especialmente con Stalin, tenían un concepto perverso y espectacular (en el mal sentido): los enemigos del pueblo. Artistas, profesionales, intelectuales, profesores que representaban un peligro para el régimen según los jerarcas soviéticos del momento. Y entonces se los mandaba al Gulag. O sea, a los campos de trabajo, lejos y dispersos. El concepto es muy bueno: yo, Estado, te voy a decir a vos, pueblo, quién es tu enemigo. Lo voy a identificar y me voy a encargar de que no te moleste. Vos tranqui.
El Gulag medio que terminó con Stalin. Después vinieron décadas y décadas de dictadura y oscuridad hasta que explotó la URSS hace no tantos años. Hoy, 80, 90, 100 año después de que el concepto de “enemigo del pueblo” se oficializara, en el mismo lugar, está Vladimir, ocupando el mismo espacio, sigue identificando a los que le rompen demasiado las bolas a él (o sea, al pueblo) y se sigue encargando de que no molesten más. No se irán al Gulag, pero tienen que tener mucho cuidado con el café que toman, los caramelos que aceptan de extraños y las ventanas que están cerca de donde caminan. Sino mirá la mala suerte que tuvo Navalni.
Te mentí, no vamos a hablar de persistencia. O, bueno, un poco sí. Pero no de la que pensás.
El sistema de Gulag era, palabras más, palabras menos, un esquema de trabajo forzado. Nada del otro mundo: si te portabas mal (por ejemplo, si eras un asesino, un agitador, un tirabombas o, bueno, un científico) te agarraban y te mandaban a alguna de los tantos campos (400 y tantos en la década del ‘40) distribuidos por el territorio del régimen. Según Wikipedia (y le creemos), en 1940 había un palo y medio de gente en Gulags y entre los 20’s y los 50’s (hasta un poco después que murió Stalin), pasaron 18 millones de personas por alguno de los Gulags soviéticos.
Leíste bien el paréntesis de arriba: “un científico” era potencialmente un enemigo del pueblo, igual que un intelectual, un periodista, un escritor. Los “enemigos del pueblo” no eran los asesinos, eran los presos políticos, dentro de los cuales había más intelectuales que asesinos. En los Gulag se mezclaban todos. Dos palos y medio de presos políticos pasaron por alguno de los campos de trabajo (Gulag) de los que ves en el mapita de abajo, que sale de un gran paper de Pierre Louis Vezina (québécois él) y Gerhard Toews.
No todos los presos políticos terminaban en el Gulag, claro. A muchos directamente los mataban. Pero los que tenían la suerte de sobrevivir, terminaban dispersos por el país de forma medio aleatoria. Los enemigos del pueblo tenían una particularidad: tenían mucho capital humano encima. Si agarrás el censo soviético del ‘39, 0.6% de la gente tenía universidad completa versus 14.7% de los enemigos del pueblo. Un tercio de los soviéticos eran analfabetos, versus …0% de los enemigos del pueblo. Tiene sentido, ¿no? La gente que potencialmente puede romperle las bolas a los regímenes totalitarios suelen ser los que tienen plata, prestigio, conexiones o ideas. Artistas, (ex) empresarios, ingenieros, científicos, intelectuales, médicos, escritores.
Dejame que te interrumpa el flow con unas historias al margen (o no tanto). Si sos economista seguramente en algún momento leíste sobre los famosos ciclos de Kondratiev. El término lleva el apellido de Nikolai, un economista soviético que fue de los primeros en caracterizar los ciclos económicos de crecimiento. El nombre no lo puso él, sino otro economista famosísimo (Schumpeter) en su honor y post-mortem. Kondratiev era un “enemigo del pueblo”, estuvo preso en un Gulag y después lo mataron.
Aleksandr Solzhenitsyn, premio nobel de literatura, también estuvo preso y en el campo de trabajo. En su autobiografía cuenta que parte de su motivación para sobrevivir era poder dar clases de matemática y de física ahí mismo en el exilio, en el medio de la nada.
Solzhenitsyn, así como varios otros sobrevivientes, se quedaron varios años en la zona adonde habían sido trasladados a la fuerza; ya sea porque habían establecido conexiones locales (o perdido las de afuera) o porque preferían silbar bajito, pasar de queruza, no levantar mucho la perdiz, que nadie se entere que están vivos. En el medio, el gobierno soviético (que era EL mal, pero tonto no era), había armado las Sharashkas, que eran como pequeños centro de desarrollo científico secreto en los propios Gulag y que tiene varios alumni célebres, inclusive a uno de los popes del desarrollo aeroespacial soviético, Sergei Korolev.
Algunos de todos estos enemigos eventualmente volvieron a sus lugares de origen, otros se fueron a otros países, muchos terminaron teniendo familia y quedándose en sus lugares de exilio.
Imaginate que quisieras estimar el efecto de tirarle una tonelada de capital humano a un pueblo en su desarrollo económico futuro. ¿Qué harías? Agarrarías ciudades al azar, a algunas les tirarías con un montón de científicos, intelectuales, escritores y artistas y a otras no. Y después de varios años volverías y te fijarías si hay alguna diferencia sistemática entre el desarrollo de las ciudades afortunadas en comparación con el resto. Bueno, básicamente es lo que hizo Stalin.
Mirá el mapa de arriba de todo. Fijate cuánto capital humano llegó a cada ciudad (a la fuerza y decidido por el régimen soviético), volvé unos años después - ya en democracia, o algo así - y decime si las ciudades a las que les inyectaste capital humano se desarrollaron más que el resto. Algo así hizo Pierre Louis y su amigo.
Antes de empezar, para que la historia tenga algo de sentido y podamos decir que hay algún efecto causal de tirar capital humano en el desarrollo futuro de la ciudad, tenemos que estar seguros de que esa distribución de capital humano fue de hecho aleatoria. No hay forma de probar a ciencia cierta que ese fue el caso, pero lo que si se puede hacer es comparar los atributos de los campos que recibieron más o menos enemigos del pueblo (o sea, más o menos capital humano) y verificar que no había ninguna característica distintiva del campo que le tocó a los educados versus los no educados. Cercanía al tren, latitud, longitud, humedad, lluvias, temperatura promedio, tipo de suelo, energía disponible, árboles, sectores extractivos, manufactura, infraestructura y podemos seguir. Todas esas son características que ANTES de que exista la idea de Gulag eran indistinguibles entre campos que recibirían mucho o poco capital humano. Ahora sí, a los resultados.
Si te voy a vender que llegaron las elite educadas hace 80 años y aún hoy hay efectos en el desarrollo local, sería lógico pensar que al menos algunas de esas mentes brillantes dejaron descendencia en esos lugares que persiste hasta hoy. No es estrictamente necesario para que me creas la historia (porque tranquilamente pueden haber venido, contribuido a educar gente y a desarrollar el lugar y luego partido), pero no viene mal. Efectivamente: en 2016, la probabilidad de que un ciudadano viviendo en un radio de 100km de los campos sea un descendiente de un enemigo del pueblo es mucho más alta si había muchos enemigos del pueblo 80 años antes en ese campo.
Si te voy a vender que llegaron las elites educadas hace 80 años y aún hoy hay efectos en el desarrollo local, sería bueno que te muestre que algo de ese shock inicial de capital humano aún persiste. O sea, que la gente en esos lugares tiene hasta el día de hoy mayor educación que el resto. Y así es: el nivel educativo alcanzado entre los ciudadanos que viven en un radio de 100 km de un campo que recibió gente muy educada es sistemáticamente mayor que el de los campos que recibieron gente menos educada.
Pero para qué sirve la educación, ¿no? Tal vez son todos unos sobre-escolarizados (como me suelen acusar a mí en Tuira; aunque a veces también me acusan de haber estudiado poco). Resulta que la probabilidad de que una empresa que está hoy en el radio de 100 km de un campo en el que cayó mucho capital humano hace 80 años contrate a un empleado universitario es mucho, mucho mayor que si la empresa está en el radio de 100 km de um campo en donde no cayó mucho capital humano del cielo hace 80 años.
Pero no solo contratan más universitarios, les pagan más (a ellos y al resto): los salarios de los empleados (de todo nivel) en el radio de los campos con mucho capital humano caído del cielo son bastante más altos HOY que en el radio de los campos sin mucho capital humano.
Pero para qué sirve que la gente se eduque, que vayan a la universidad, que les paguen más, ¿nocierto? Preparate para la frutilla del postre, el broche de oro, la guinda de la torta, la cereza del pastel, el bis con invitado sorpresa en un recital de Divididos en el Luna Park, la segunda capa de dulce de leche del alfajor Mar del Plata de Havanna, el gol número 5, 6 o 7 después de los 4, 5 o 6 anteriores de Alemania a Brasil en su propia casa.
El gráfico de arriba tiene en el eje X la proporción de enemigos del pueblo de cada campo. El eje Y es una medida de “night light” per cápita en el año, ‘cuchá', 2015. Acordate que la luminosidad es una gran medida de actividad económica, de PBI, de ingresos (cosa que ya hablamos acá). O sea: te tiran enemigos del pueblo por la cabeza, bancás 80 años y terminás más desarrollado. Nada mal.
Pasó el tiempo, pasaron los Gulag, pasó la Segunda Guerra. El capital humano tiene un montón de externalidades (o sea, el que acumula conocimiento sos vos, pero yo también me beneficio) y aparte tiene el gran atributo de la movilidad. El Imperio Ruso y después la URSS le regalaron un montón de capital humano de altísima calidad a personas particulares que, cuando pudieron, se lo llevaron. Así como pasó con los científicos e intelectuales judíos exiliados que llegaron cargando una tonelada de capital humano y lo explotaron en Estados Unidos, los rusos le regalaron conocimiento embebido en los cuerpos de los científicos e intelectuales (o sus padres) que terminaron yéndose a Europa, Estados Unidos y, claro, Israel (hay lindas historias en Start-Up Nation).
Las condiciones para ser un científico, intelectual o incluso un inmigrante high-skilled en la industria en USA están cada vez peores. Todo producto de una mezcla de tribalismo, racismo, populismo y anti-elitismo. Teléfono para Canadá y Europa, ojo.
[que probablemente no atiendan porque, seamos honestos, tampoco es que estén gobernados por los cuchillos más afilados del cajón].
¿Sabés que estaría más bueno que un alfajor capitán del espacio? Una cantidad innumerable de cosas. Porque es un alfajor totalmente estándar, sin ningún atributo que lo haga destacar sobre un alfajor de calidad mediana de kiosko porteño. Es un producto olvidable, no por lo malo sino por lo estándar: como un sandwich de paleta feteada, como un colchón de hotel 3 estrellas, como unas galletas del tipo “María”, como Platense, como una sopa instantánea, como una manzana o como una cerveza Miller. Porque de las cosas malas en serio te acordás, tipo el tequila marca “Jorge Cuevas” (no, no José Cuervo, aunque comparten iniciales) que tomabas cuando eras joven para hacer rendir cada peso; ahhh, qué porquería inolvidable ese tequila. En fin, no me quiero ir por las ramas. Una de las tantas cosas que estaría mejor que comerse un capitán del espacio qualunque es que compartieras esta maravilla de newsletter que te acabo de regalar.
Ahora, si sos tan rata que no podés compartir, por lo menos likea el post ahí arriba (rata).
Ah y dejame tu mail si aún no lo hiciste:
Te puede interesar
El paper de hoy lo encontrás acá.
Por ahí te divierte el libro sobre el desarrollo tecnológico israelí y la influencia de los migrantes soviéticos, acá.
Hay un grupito de economistas rusos y que escriben sobre Rusia (varios que ya cubrimos en este espacio) que vale la pena leer. Acá van un par:
Sergei Guriev (aparte de ser un brillante economista, es un perseguido por Vladimiro; escribió esto en el NYT cuando se fue de Rusia)
Katja Zhuravskaya
Maria Petrova
Konstantin Sonin
Ruben Enikolopov
Alexey Makarin
Nada que ver, pero …
Hablando de ciencia e innovación, esta nota del Economist da un poco de miedo. Muestra algunos de los mails que científicos americanos de salud recibieron desde que DOGE arrancó con la idea de dar vuelta el sistema científico gringou.
En estos momentos de efervescencia anti-comercio, me acordé del gran Marco Tabellini y su paper mostrando que comerciar con países democráticos (tipo, importar vinos de Francia), aumenta el apoyo a la democracia en el país importador.
Acá muestran que la contaminación afectá muchísimo el rendimiento escolar.
Hablando de migración de gente talentosa, en este paper muestran que los migrantes inventores generan…. bueno, empresas.
En el próximo envío
“Pasame con un humano”. Los bots de servicio al cliente que se pusieron de moda hace un par de años eran unos disfuncionales cognitivos, exasperantes y te hacían odiar la vida. Los de hoy hacen que los humanos de servicio al cliente parezcan de cartón. Lamento informar que, contra mi propia consciencia, la próxima semana voy a tener que escribir sobre IA. No me odies.
muy bueno! forwardee mil veces ya el op-ed de S. Guriev, no lo tenia.